Viernes 9 de Octubre
Sala Santana 27
Bilbao.
El regreso de Glenn Hughes a tocar por estos lares era sin duda una fecha a tener muy en cuenta, si a eso agregamos la incorporación de Doug Aldrich al mástil se convertía directamente en cita obligatoria. Como aperitivo un telonero de nivel Jared James Nichols puro virtuosismo bluesero desde la América profunda.
Jared James Nichols es una joven banda de Wisconsin, que actuaron igualmente como trió y vinieron a presentarnos su mezcla de blues con hard rock. Completaban la formación el bajista Eric Sandin y el batería Dennis Holm. Un estilo como el blues y lo que sienten presenciar los acérrimos al estilo, siempre es algo más complicado de explicar, esa presión sobre las cuerdas de la guitarra con la intensidad que imprime el músico mostrando que sale desde lo más profundo de su ser, es quizás el resumen de lo que vivimos ayer. Si a eso le unimos una calidad y técnica muy depurada, obtenemos una banda joven con ganas de comerse el mundo y dando la sensación de estar curtidos en mil batallas. Salieron sonrientes a presentarnos su redondo “Old Glory and The Wild” pero concentrados en la sesión a la que nos iban a someter desde inicio. Sorprendieron a la concurrencia con su nivel y profesionalidad, brillando con cortes del calibre de “Playing for Keeps”, “Can you feel it” o “Crazy” cuyos pegadizos ritmos aún perduran en nuestra cabeza. Influencias de músicos de la talla de Stevie Ray Vaughan, Johnny Winter o Jimmy Hendrix sobrevolaron la sala. ¡Casi nada! Tras semejante ataque de destreza y versatilidad estábamos listos para lo que se nos venía encima.
Después del pertinente cambio de instrumentos y puesta a punto, el escenario quedaba listo. Unos Marschall que deslumbraban como recién salidos de fábrica mostraban donde se situaría Doug Aldrich, al otro lado tres columnas de Orange hacían lo propio con Glenn Hughes y de fondo un telón con el logotipo del átomo de Glenn Hughes, bastante vintage.
Glenn Hughes es un músico conocido por todos los que nos gusta este rollo, más de cuarenta años dando el callo a su nivel está al alcance de muy pocos y para muestra un botón. Trapeze, especialmente Deep Purple, Hughes Turner Project y Black Country Communion son solo parte de su inmenso legado. Como guitarrista acompañándole un genio de las seis cuerdas, con un bagaje también impresionante pero sobretodo conocido por ser el hacha de Whitesnake durante más de diez años o del icónico Ronnie James Dio. Cubriéndoles las espaldas estaba Pontus Enborg. Es el hombre de confianza de Glenn Hughes a la batería, todo un seguro detrás de los parches, que ya ha trabajado con el británico en otras ocasiones y sabe lo que hace falta para contentarlo.
A eso de las diez y media, bajaban las escaleras para encarar el concierto. Con semejante arsenal en donde escoger, sabíamos de antemano que comenzarían a lo grande y así fue. Clasicazo de Deep Purple para abrir la sesión y emocionar a toda la sala, “Stormbringer”. El sonido cristalino y los músicos exhibiéndose con los instrumentos a un nivel descomunal, dejaba entrever que superarían nuestras expectativas. Repasaron el catálogo del veterano bajista con favoritas, como “Orion”, “Way Back To The Bone” de Trapeze o First Step Of Love del proyecto Hughes/Thrall. El repertorio se cimentaba sobre cuatro pilares de Deep Purple, estratégicamente situados en el setlist. No faltó nada y hubo tiempo para el lucimiento de Doug Aldrich. A mitad de concierto aproximadamente ejecutaron “Good To Be Bad” de Whitesnake que sirvió de previa a un entretenido solo de guitarra donde el rubio nos mostró sus habilidades y competencias a la guitarra. Soberbio como de costumbre. Con la sala en plena ebullición, regresaron sus compañeros para atacar “Mistreated” con una interpretación majestuosa donde el testigo de lucimiento personal pasó a manos de Glenn Hughes realizando una exhibición impresionante a la voz. Impertérritos y aturullados nos encontrábamos ante tal espectáculo, algo fuera de lo común para alguien que calza más de sesenta tacos. Las presentaciones e interrupciones fueron progresivamente más extensas y es que es comprensible que el británico necesitara coger aire para mantener ese brío. A continuación, encadenaron la resultona “Can’t Stop The Flood” con una solo de batería que en mi opinión resultó bastante flojo siendo palmario el pinchazo a la intensidad que acumulaba el show. Insuflaron fuerza de nuevo con las pegadizas “One Last Soul” y sobretodo con “Soul Mover” antes de abandonar el escenario.
Regresaron nuevamente para poner el broche como mandan los cánones y seguir así el guión previsto. “Black Country” preparó el ambiente para cerrar por todo lo grande con la imprescindible “Burn” íntegramente coreada por toda la sala y que puso a los protagonistas en lo más alto con una impresionante interpretación. Un tema que los tres músicos han tocado una cuantas veces sobre las tablas y que sonó mejor que nunca para los que la hemos escuchado en otros eventos. Concluyó la jornada con una ovación cerrada de toda la sala, muy merecida.