Bajo esas circunstancias, la alegría contagiosa de Korpiklaani no me llegó a alcanzar, aunque el concierto fue todo lo que un fan del folk metal podría desear. A los finlandeses, a pesar de la canícula, no se les borró la sonrisa de la cara, arremetiendo con su nuevo single, “Crystallomancy”, al que sumaron piezas más escuchadas. Veía al vocalista Jonne Järvelä dando saltos y corriendo por todo el escenario y me preguntaba cómo podía resistir, pero resistió al igual que el resto, incluyendo al acordeonista Sami Perttula, que cargaba con su pesado instrumento. Cuando arremetieron con “Beer Beer” la letra, aun en una lengua no conocida por mí, me llenó de entusiasmo, pero más tarde, cuando cantaron su oda al “Vodka”, preferí no cambiar el líquido blanco por el ambarino y continuamos con cerveza.

 

 

Korpiklaani nos levantó el ánimo y esperamos a ver cómo se desarrollaba Beartooth. Una banda a la que nunca hube de prestar excesiva atención y que a partir de este espectáculo seguiré más de cerca. Pura energía de metal moderno, con canciones cortas y precisas. Habrá quien no ame estos sonidos más modernos, donde la melodía se empalma con la fuerza de manera repentina, y la vocalización va del alarido al susurro con la misma velocidad, pero piezas como “Devastation”, con la que comenzaron, y sobre todo la parte final con “In Between”, “The Past is Dead” y “The Last Riff”, que parece estar hecha especialmente para cerrar, demostraron que se trata de una formación con ganas de comerse el mundo.

 

 

En los años sesenta, una banda se convertía en clásicos a los cinco o seis años, o incluso con el primer disco, como Boston. Ya en los noventa, a Nirvana le costó llegar a la cima más de un disco, y a Pantera le significó un cambio de estilo y cinco fonogramas llegar al estrellato. Cada día la cima está más alta y la cuesta más empinada, pero veinte años de carrera sigue siendo un logro ante tantos obstáculos, y aquí estaba Bullet for my Valentine para demostrarlo. ¡Impactante concierto! En los que la banda lo dio todo desde que comenzaron con “Knives”, una de sus canciones más recientes. Los galeses no dejaron de jarrear a la audiencia y Matt Tuck se tomaba muy en serio sus labores a la guitarra y la voz. “Waking the Demon” fue el cierre perfecto para su show.

 

 

Les tocaba el turno a Dragonforce, quienes han diseñado un escenario lleno de sorpresas, con dos máquinas gigantes de juegos de los ochenta que no son más que dos plataformas donde se suben los guitarristas, y una pantalla trasera que todo el tiempo lanza videos enfocados en juegos de todo tipo. La banda, que no quería que los etiquetaran como metal Nintendo y cosas así, ya ha perdido la vergüenza y salido del armario para hacer lo que mejor saben hacer. Sonaba “Highway to Oblivion” y corrían los coches en la pantalla mientras la banda se desmadraba sobre el escenario. No importa quién cante, mientras estén Herman Li y Sam Totman disparando a toda velocidad, aunque en realidad exagero con lo de que no importa (no con lo de la velocidad) porque Gee Anzalone a la batería y Alicia al bajo tienen una resistencia y sincronización envidiable, mientras Marc Hudson engarza las melodías entre tantas semifusas. Siguen tirando de “Extreme Power Metal” de 2019 junto a su repertorio más clásico, aunque recientemente lanzaron video de “The Last Dragonborn” para que el interés en el disco vuelva a levantar. Pero no importa si es una canción del 2019 o del 2009, el estilo tiene la misma fuerza rabiosa que te hace perder el aliento mientras disfrutas de su música.

 

 

Hablando de videos, Angelus Apatrida comenzaron su concierto trasmitiendo su nuevo video, “Cold”, estrenado en Youtube precisamente este día. Estuvimos viendo las primeras canciones antes de irnos a ver a Benediction en el escenario Mark Reale. Unos clásicos de toda la vida, leyendas del rock, que ofrecieron “Iteration of I” como primer plato, para continuar con “Scriptures in Scarlet”, ambas de su disco más reciente, “Scriptures”. Dave Ingram anunció que estaban celebrando los treinta años de la salida de su disco “Trascend the Rubicon” al cual le dedicarían un homenaje, interpretando varias canciones, entre las cuales destaco “Nightfear” que sonó muy bien. Ingram estaba de muy buen talante e hizo algunas bromas con sus compañeros, creando un magnífico ambiente.

 

 

Pocas personas se quedaron para ver a Dry River. A ver, pocas, unas dos mil o así. Yo fui uno de ellos. Siempre he apostado por Dry River y esa mezcla de pop elegante con progresivo complejo. Para celebrarlo, decidieron cerrar su concierto con la canción más complicada que han compuesto hasta la fecha, “Pean”. Eché de menos “Irresistible”, pero “Me va a faltar el aire” estuvo ahí y continuó siendo coreada por el respetable. Los setenta minutos se me fueron volando, y como resultado la cama me recibió a las cinco de la mañana.