EMI

Tracklist:
01. 72 Seasons
02. Shadows Follow
03. Screaming Suicide
04. Sleepwalk My Life Away
05. You Must Burn!
06. Lux Æterna
07. Crown of Barbed Wire
08. Chasing Light
09. If Darkness Had a Son
10. Too Far Gone?
11. Room of Mirrors
12. Inamorata

El 14 de abril sale el nuevo disco. Metallica es un nombre que se ha convertido en sinónimo de ubicuidad, derribando las fronteras culturales y comerciales que rodean a la música de heavy metal y alcanzando el estatus de fenómeno universal. A lo largo de sus más de 40 años de carrera, han encarnado el ideal estadounidense de perseguir sueños y alcanzarlos, pasando de los lugares desconocidos del heavy metal clandestino de principios de los 80, a llenar arenas, normalmente reservadas para las más destacadas estrellas del pop, sin ni siquiera hacer mención de los impresionantes números que su trabajo de estudio ha obtenido en Billboard; desde su avance a principios de los 90 con su obra homónima también llamada “The Black Album”. Pero como dice la famosa cita de la película Conan El Bárbaro, "El éxito puede poner a prueba el temple de uno tan eficazmente como el adversario más fuerte", e incluso desde su seminal álbum, “…And Justice For All”, han existido quejas entre su base principal de fans, al respecto de que la evolución del estilo de Metallica ha sido inorgánica e influenciada principalmente por motivaciones excesivamente comerciales. 

El ascenso meteórico de cualquier ícono, naturalmente viene con una historia de fondo, a menudo dramática y oscura, y su 12º álbum de estudio “72 Seasons” se puede describir en pocas palabras como una confesión lírica del vocalista y guitarrista James Hetfield, de 77 minutos de duración. El nombre en sí se refiere a la medida estacional de los 18 años, y las 12 canciones que se desarrollan a partir del tema de una juventud tumultuosa, reflejan los sentimientos de un hombre que ha visto mucho y presenta una interpretación vocal apasionada y muy dinámica para subrayar esas vivencias. De hecho, entre el redescubierto vigor que Hetfield mostró en “Hardwired... To Self-Destruct” del 2016 y la mayor vitalidad que sin duda ha llegado con su reciente sobriedad; la exhibición vocal que acompaña a este álbum demuestra ser la más poderosa e indicativa de los clásicos de Metallica desde que “The Black Album” los convirtió en un nombre de referencia fuera de los círculos del thrash metal. Incluso nos atreveremos a decir que James se adueña totalmente de este álbum, y casi lo convierte en un esfuerzo en solitario que bien podría llevar su propio nombre en la portada. 

Sin embargo, mientras que la voz liderando este extenso esfuerzo sonoro aporta un elemento muy variado y dinámico, la base instrumental sobre la que se asienta este álbum es mucho más mixta. A pesar de la insistencia continua de este cuarteto de veteranos del metal de que el disco estaría orientado hacia el sonido de los 80 que sus fanáticos han estado reclamando por décadas, “72 Seasons” a menudo se encuentra serpenteando alrededor del material de ritmo medio que se adueñó de los esfuerzos compositivos de Metallica durante los 90, cuando indiscutiblemente coquetearon con las existentes tendencias de rock alternativo. Afortunadamente, esto no se traduce en un sonido descuidado y carente de cohesión o pegada, pues entre el insistente golpeteo de los parches de Lars y la pared sónica construida por el bajo y las guitarras, la mezcla resultante es inconfundiblemente metálica. En cambio, gran parte de lo que completa esta colección de himnos oscuros y melancólicos son canciones que se construyen a partir de la repetición, y generalmente descansan en un terreno de tiempo medio, a menudo arregladas de manera simple, para nada cercanas al rico coro armónico, casi sinfónico de guitarras que le dieran al material más extenso de “Master Of Puppets” y “…And Justice For All” su encanto extra-temporal. Cuando dicho sonido se combina con una grabación que presenta los platillos de la batería demasiado prominentes, y las voces un poco distantes, la noción de que se trata de un regreso completo a los días de gloria de Metallica, pues se vuelve difícil de defender. 

Lo que Metallica ha presentado aquí está lejos de ser un fracaso, y sin tomar mucho en consideración el cuestionable diseño de carátula del álbum – que resulta demasiado arquetípico en comparación con sus más recientes ofertas – los aspectos cualitativos del disco son menos desoladores que sus letras. La interpretación del bajo realizada por el cirujano de cuatro cuerdas Robert Trujillo resalta mucho más aquí que en los dos álbumes de estudio anteriores, lo cual aporta un toque de poderío (similar al sonido de Lemmy en Motorhead) al tema de apertura y título "72 Seasons" – el cual perfectamente pudiera haber sido dos minutos más corto – y contribuye al ritmo atronador de "Sleepwalk My Life Away", al mismo tiempo inyectando un sentido aventurero (que honestamente recuerda a Geezer Butler por momentos) en la canción que cierra el disco, llamada "Inamorata”. Este corte final comienza con pesados riffs, exudando claras influencias de Black Sabbath, y es un tema atípico en muchos sentidos, no solo porque es la grabación más larga jamás realizada por Metallica con una duración de 11 minutos, sino también porque presenta una sección central con guitarras limpias, una desviación de la música distorsionada y triturante que domina el resto de "72 Seasons", creando un ambiente opresivo y angustioso que combina a la perfección con la entrega vocal de Hetfield, que canta sobre cómo enfrentar sus demonios internos.

El trabajo de guitarras rítmicas de James resulta particularmente acertado durante ofertas thrashers aerodinámicas como "Lux Aeterna" y "Too Far Gone", sacando a la luz recuerdos de sus primeras obras de 40 años atrás, como "Hit The Lights" y "No Remorse" respectivamente; mientras que la interacción melódica durante cortes de ritmo medio como "If Darkness Had A Son" y "Room Of Mirrors" ocasionalmente se remonta al cenit creativo de Metallica de mediados a finales de los 80. Sin embargo, instrumentalmente hablando, la estrella del espectáculo en realidad resulta ser el guitarrista Kirk Hammett, cuyos solos de guitarra constantemente se convierten en los puntos más interesantes de cada canción, al hacer retroceder el reloj a sus días de coqueteo con tonalidades de blues alrededor de 1988-1991, con un poco más de soltura e improvisación; una ejecución que definitivamente enorgullecería a Ritchie Blackmore.

Teniendo en cuenta todos los elementos mencionados, Metallica ha creado un disco que seguramente será bien recibido por la gran mayoría de su base de fans establecida. Está lejos de ser un álbum perfecto, y lo situaremos en algún lugar entre el enardecido fervor metálico de “Hardwired... To Self-Destruct” y el estilísticamente variado, pero todavía en gran parte metálico (y notoriamente mal producido) “Death Magnetic”. En términos puramente artísticos, es un trabajo vívido y muy intrincado que probablemente hubiera sido culminado de mejor manera en la forma de una colección de canciones más simplificada, o quizás acentuando el compromiso de revisar su estilo de los 80, pero incluso inmerso en su innegable empaque auditivo moderno, es una muestra decente de la mano de una agrupación históricamente significativa en la historia del metal. No esperes una obra maestra que defina la carrera de Metallica una vez más, ni tampoco la largamente esperada secuela de “Master Of Puppets” o “The Black Album” como Rolling Stone la califica, pero sí espera un álbum contundente, que te va a hacer cabecear con las guitarras rítmicas, y que te presentará un puñado de variaciones interesantes a lo largo de la escucha.

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