Sábado 30 de Marzo 2019
Sala Santana 27, Bolueta.
El pasado sábado 30 de marzo la sala Santana 27 de Bolueta se vistió de gala para presentar el concierto de la conocida banda madrileña Sôber y 'La Sinfonía del Paradysso', la revisión en clave sinfónica de su disco más vendido: 'Paradÿsso' (2002).
Hubo uno gran entrada, alguien me dijo que cerca de 800 personas, una magnífica entrada. Esta noche Sôber se presentaban acompañados de la Joven Orquesta de Pamplona, juraría que vi sobre el escenario más de 40 músicos.
A la hora anunciada se apagaban las luces y sonaba el "Back In Black" de AC/DC, que luego daba paso a una voz en off va recitando la letra de la canción "Paradÿsso", con cierto tono evocador va creando un clima épico que sirve para que los músicos de la orquesta vayan tomando posiciones. En una gran pantalla de fondo se proyectaban imágenes que no pude ver muy claras. Salen los cuatro miembros de la sala entre un aplauso generalizado y Carlos Escobedo toma posiciones ante el pie de micro para arrancar con "Animal", ya pudimos probar en directo el efecto de la sinfónica en la música de la banda. El grueso riff inicial de "Recuentro" irrumpía una de las piezas que mejor empastan con la sinfónica, su delicado tratamiento quedó perfecto.
La comunión con sus fans fue instantánea, se conectaron a las canciones y cantaron la mayoría de ellas junto a la banda. Solo había que ver las caras de las entregadas primeras filas. Un buen ejemplo de esta comunión puede ser "Blancanieve", coreada de forma íntegra por el respetable. Carlos Escobedo se mostró siempre amable y agradeció unas cuantas veces a los presentes y mostró su alegría de poder tocar para sus fans de Bilbao. Los guitarras Antonio Bernardini y Jorge Escobedo mantienen la seriedad en su rostro, solo cambiaban algo el rictus cuando el cámara que les acompaña se les acerca para tomar algún plano corto.
Fue un concierto sobrio en cuanto a escenografía, la pantalla del fondo ponía imágenes pero no se veían muy bien, las luces tampoco eran gran cosa, pero el sonido fue muy bueno y primó lo que de verdad importa, la música. Los madrileños siguieron con "Eternidad", ahí ya no me pude resistir y canté junto a otras 600 gargantas la letra de esta preciosa canción. Atizaron el fuego con otros dos temazos, "Lejos" y la tranquila "Naufrago" para la que contaron con una coreografía de los chicos de la fundación Diversitas, que la banda suele apoyar y en este concierto no podía ser menos, tuvieron su puesto de merchan y algunos de los chicos pudieron estar sentados a un lateral de la sala.
El momento más tranquilorro fue con "Cápsula", "El Viaje" y "Hemoglobina", esta última la canta todo hijo de buen vecino. Te podías dar cuenta que la banda conserva el protagonismo sobre el acompañamiento de la orquesta, que para mi gusto queda perfecto así. Hay temas en los que empastan mucho mejor, otros es más discreto. Pero lo bueno es que no aburren con tanta orquestación.
Los coros con el público continuaron con la emotiva "El hombre De Hielo", la delicada sobriedad de "Vacio" o la brillante "Paradÿsso" en la que la aportación de la orquesta es decisiva y encaja como un guante. También queda genial "Estrella Polar" la primera pieza que interpretaron en el primer encore, para la que Carlos Escobedo bajó a entremezclarse con su audiencia, los que aprovecharon para bombardearlo con los flashes de sus móviles. Tras la interpretación Carlos volvió al escenario y la orquesta y la banda se marcaban una intensa "No Perdones". La explosión sonora continúo con el megahit "Arrepentido". Cantada y gozada por la entregada audiencia.
Se marcharon para otro descanso y cuando volvieron hubo un solo de batería muy aplaudido, hasta que salió el resto de la banda y tocaron otros megahits como "Mis cenizas" y la irresistible "Diez años" que canto hasta el de la taquilla, y el final llegaba con "Superbia", una curiosa elección para concluir un gran concierto. En total una hora y 45 minutos de actuación que dejo caras de felicidad por donde quiera que miraras. Mientras la banda se despedía sobre las tablas sonaba una versión sinfónica del "Don’t Stop Believin" de Journey. Una noche para recordar.