Sábado 28 de diciembre

El viernes 27 de diciembre, ante la clausura temporal de la sala Cool Stage por parte de las preocupadas y preocupantes autoridades madrileñas, Ars Amandi tuvo que cambiar su concierto de ese día a última hora. Y esto viene a cuento porque al día siguiente le tocaba a Debler calentar la Cool Stage y tuvieron que mudarse a la Sala Gotham lo cual fue toda una aventura.

Aventura porque la llamada Sala Gotham no es más que “Uñas Chung Lee”, una sala cabaretera de moda en la noche madrileña ajena al rock y todo lo que se parezca. Llegamos allí para encontrarnos que la banda tocaría entre unos decorados chinos de película de los años 60 y dos centenares de gatitos de esos que mueven el brazo para saludar. También los problemas de sonido fueron recurrentes, pero la banda supo solventarlos a base de buen rollo y sin parar ni un instante la música ni la comunión con el público.

Y es lo primero a destacar, que Debler afrontó la ausencia de perfección sonora con una energía imparable y un grupo de canciones que tal parecían una avalancha de grandes éxitos de una banda cincuentona cuando en realidad son solo cinco jóvenes de Madrid con tres discos a la espalda y un montón de ilusiones que compartieron con lleno total en Gotham. Tomás Quilez de On Fire insistió en que no me perdiera este concierto y yo pensaba que por ser el manager barría para casa, pero no, la banda tiene todo lo necesario para triunfar, y no te lo dice un fan a muerte, sino alguien que quedó más que convencido con este concierto.

Poco antes de las 8:45 comenzó la introducción de Adictium para dar entrada a la banda con “Recto hasta el amanecer” con una entrega total por parte del público que se mantuvo hasta el final.  Continuaron con “Polvo de estrellas” y tal parece que todos allí habían comprado el disco o al menos habían pulido Spotify con el mismo. Yo los conozco por este disco y “Renacer del alma” me sonó nueva a la que siguió la alegría de “A esta ronda invito yo”. Apareció una chica que había venido de Francia a ver a la banda y cuando los músicos lo supieron, la hicieron subir a escena para que los acompañara en una de las canciones. 

Rubén Kelsen nos contaba que por ser el día de los inocentes tenían preparada una broma pero que finalmente pagaron ellos la inocentada. Y mientras algunos pensaban que se refería al cambio de sala y el concierto pendiendo de un hilo, otros se lo achacaban a la decoración de la sala. Ya para estas alturas del concierto, parecía ser yo el único que no se sabía las letras que Rubén cantaba y nos invitaba a corear. Los hermanos García venían con el mismo gorro dando ritmo y riffs y también algunos intensos solos de guitarra. La guitarra se perdía por momentos en la zona izquierda pero la gente ni cuenta se daba, disfrutando de la fiesta. La batería a veces parecía sonar a pelo, pero tampoco a nadie le importó mucho. 

Llegaba el momento de “Grita que no” mientras una chica detrás de mí lo que gritaba era “Olé” y a mí me costaba entender a qué se refería. “Nunca jamás” aportó otra dosis de energía continuando con “Un mundo extraño” demostrando la banda que hay muy poco tiempo para vivir del pasado y que apuestan por este disco con fuerza, el cual tocaron íntegramente, lo cual imaginé ya cuando atacaron con “Me perderé en tu cuerpo”.

Rubén abusa de su garganta y tiene la costumbre de que a veces, cuando termina uno de esos momentos de virtuosismo vocal se detiene con cara de serio orgullo pidiendo los aplausos del público. Después de “Nada nos podrá parar” hubo uno unos de esos parones que solo duraron segundos antes que Rubén pidiera un aplauso para Dani Fuentes quien se marcó un solo plagado de música de bandas sonoras y series, desplegando un arsenal de luces con su arco cargado de leds y su violín elétrico. A continuación entró “Nuestra revolución”, con cuya letra tengo sentimientos encontrados y vino otro ligero parón para acomodar el escenario para el solo del batería Nelson Valenzuela. Nelson no es para nada un virtuoso pero supo explotar sus virtudes musicales, su buen carácter matizado con varias bromas y su sensualidad masculina a través de su musculado físico, para ofrecernos un buen espectáculo al que se sumó Rubén como improvisado batería.

Si hay una canción que muestra la relación que hay entre Debler y Txus Di Fellatio es “Violar y rezar”, con una letra que lucha contra el silencio en el que se ampara la injusticia. La banda se despidió con “Sentencia final”, pero todos sabíamos que esto no era el fin.  Y no lo fue. Regresaron para tocar la agradable “La procesión de los borrachos” y cerrar por todo lo alto con Adictium.

Al salir, la cola para el merchan era igual de larga que cuando entramos. La banda prometió estar allí para hacerse fotos con todo el que quisiera y cumplió. Creo que el elenco de “Uñas Chung Lee” estaba llegando porque entre tanta fémina rockera y chicos peludos, desentonaba algún varón maquillado de rostro retador. Espero que también haya disfrutado.  Si Debler se acerca a tu ciudad, no te los pierdas, que como solo estén al 20% del espectáculo que dieron en Madrid, te lo vas a pasar muy bien. Su gira nacional, "Viaje a Nunca Jamás", continuará hasta el verano de 2020. ¡No te los pierdas!

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