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Sábado, Noviembre 16, 2024

beyond

Se presentaba el Beyond the Redshift, como una experiencia audio visual destinada a los más intrépidos, con Cult Of Luna encabezando y rigiendo cada centímetro y las bandas seleccionadas, tratando de mostrar hasta donde se pueden estirar las posibilidades dentro del Metal contemporáneo. Era algo así como un concierto especial de los gigantes de Umea, aderezado por un ramillete de formaciones con clarísimos nexos en común e incuestionable afinidad por las nuevas posturas que marcan tendencia.

Para poder llegar hasta semejante edén, decidí cogerme un avión con destino a Londres en pleno diez de mayo- el mismo día en el que toda la verbena iba a tener lugar- poniéndome a hilar metros y trenes apresuradamente, hasta que por fin alcance las puertas del Forum en Kentish Town. Tras esta primera aventura logística, accedí con celeridad al recinto, me acredite sin problema alguno y me puse a presenciar la suntuosa introducción que me había tocado en suerte.

Sobre el elegante escenario del recinto, Mathieu Vandekerckhove comenzaba a desplegar su inabarcable “Now and Forever”, ante los escasos espectadores que iban llegando.  La única pieza de media hora con la que nos iba a obsequiar, envolvía de quietud la estancia,  invitando a la reflexión más franca que uno cabe imaginar. El Post Rock eminentemente instrumental que proponía Syndrome, trufado de trémolos y sombras que tomaban cuerpo, estaba únicamente iluminado por las proyecciones proyectadas en pantalla gigante. Las imágenes melancólicas se sucedían, acompañando a las melodías ambientales que iban escorándose poco a poco hacía el noise sibarita.

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Recordábamos a  Treha Sektori entonces y la manera en la que este había precedido a Amenra, durante su recién terminada gira europea. Concluíamos al poco, eclipsados por el cortometraje que acabábamos de presenciar,  sin llegar a dilucidar que fragmento de la iglesia de Ra hubiésemos elegido para dar paso a los sumos sacerdotes. Ambas opciones hubiesen quedado en un plano minúsculo, frente a lo que se nos vendría encima. El mismísimo rodillo de los intratables jefes de la parroquia, nada más y nada menos.

Habiendo introducido hasta ese momento, tan solo pie y medio en lo que hasta allí  nos había hecho acercarnos, meteríamos la cabeza de golpe y porrazo con “The Pain it is Shapeless We Are Your Shapeless Pain”. Sería el instante desde el que Amenra, iniciarían su descenso hasta los más oscuros resquicios que imaginarse uno pueda. No precisarían para ello, de un guion que fuese a contradecir lo que realizaran hace un mes en Erandio. Exhibirían el mismo hermetismo y similar repertorio, consiguiendo el efecto buscado entre los asistentes. El que no doblaba rodilla, se quedaba absorto ante la andanada de desesperación que el conjunto proponía.
 
Aprovecharían los enormes telones que Syndrome había utilizado, iluminándose únicamente por las proyecciones que se mostraban, creando de esta manera, una espectacular puesta en escena tan negra como una noche sin luna. El hermoso Forum londinense, se tornaría entonces mazmorra sin ventilación, deslumbrante en su propia negrura y cristalinamente perfecta en lo que a trasmitir miserias se refería. Todo permanecería envuelto durante la hora que el conjunto acabaría interpretando, sin una sola alma que osase interrumpir la lección que allí se fraguaba.

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Clavarían un repertorio extenso en el que volvería a sobresalir “Boden” y se echaría en falta “A Mon Ame”. Las catedrales que majestuosamente se  proyectaban, aparecerían en sincronía total con lo que se trasmitía, dando imagen de grandeza y gusto por lo elaborado. La banda mientras tanto, se mostraría fiera, como un molinillo imparable, certera en lo que tenía que contar y expeditiva en las formas que se gastaba. Puede que si hubiesen tocado más arriba en el cartel, muchos hubiesen dudado sobre quiénes eran los jefes de la noche.

Después del bolazo con el que nos habían obsequiado Amenra, comenzaba la marcha militar sobre la que discurriría lo que restaba de festival. De esta manera nos fuimos familiarizando con lo de ir de una sala a otra aceleradamente, apurando los minutos para perdernos lo mínimo posible, mientras pateábamos las calles de Londres con alegría y presteza.
 
Accederíamos por el Boston Music Room -donde estaban tocando Esben and the Witch en ese momento- para llegar hasta la puerta desde la que  se podía entrar al tercer recinto que la organización había dispuesto. Era el Dome, y en él se lo estaban llevando crudo los belgas Abraham, una banda de la que solo llegaríamos por desgracia, a los tres últimos cortes de su repertorio.

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Nos daría tiempo sin embargo, a hacernos una idea precisa de la tremebunda fiesta que allí estaba teniendo lugar. Los suizos andaban desatados, encaramándose sobre las pantallas frontales del escenario y amedrentando de esta manera a todo el que daba dos pasos para acercarse. En medio del frenesí que llevaban, el cantante Renzo Especial se bajó de las tablas y le dio por berrearnos en la oreja, a unos cuantos valientes que no nos habíamos apartado. Casi nos dejan medio sordos, pero demostraron unas ganas de comerse el mundo muy de agradecer.

Regresando al Boston desde el Dome subterráneo, nos detendríamos unos minutos frente a Esben y la Bruja, admirando el volumen que imprimían a su Pop de pesadilla, rozando el Shoegaze ruidoso y noventero. Saldríamos corriendo hacía el Forum una vez hubieron desenchufado, percatándonos por el camino del poco tiempo que había dejado la organización entre banda y banda. Si se pretendía ver a un conjunto después de otro, resultaba imposible llegar para contemplar el concierto integro. Ni siquiera recurriendo a la teletransportación que aparecía en Star trek, hubiésemos llegado con margen suficiente. 

De esta manera atropellada alcanzaríamos el Forum de nuevo, a los pocos minutos de que Jesu hubiesen comenzado con su serenata. Andaban atronando los de Justin K. Broadrick, imponiendo su Drone marcial y melancólico, sobre todo el que tenía a bien poner la oreja, desacelerando los tiempos mientras untaban las paredes con distorsión. Admiraríamos algún que otro corte de los primeros tiempos del conjunto,  como “Conqueror” o “Silver”, al tiempo que comprobábamos como el líder de Godflesh, no estaba teniendo buenas sensaciones aquella noche. No paraba de pedir a la mesa que le ajustasen las voces y parecía verdaderamente molesto, por cómo estaba cuadrando la comparecencia.

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Nosotros nos dejaríamos  seducir un buen trecho, por los ambientes sobrecargados que provenían desde el escenario, tratando de perdernos entre las imágenes que proyectaba el enorme telón del fondo y los pasajes industriales dispuestos. En pocos instantes conseguiríamos empatizar con lo que se nos estaba ofertando, sin embargo, permaneciendo lejanos al torrente Shoegaze acompasado y comenzando con presteza el camino hacía el siguiente destino de la noche.

The Old Wind serían los que nos esperarían al final de otro paseo por las calles londinenses. La banda que se ha montado Tomas Hallbom -cantante de Breach y de las primeras encarnaciones de The Ocean- dominaba el Boston Music Room a su antojo cuando aterrizábamos, desplegando su mastodóntico Post Metal ante un número relevante de aficionados. Entre sus filas destacaba Robin Staps, más conocido por ser el líder absoluto de The Ocean y figura clave dentro del estilo. Con él a una esquina y el señor Hallborn dejándose los higadillos desde el centro de las tablas, la banda presentaba una puesta en escena demoledora y convincente, absolutamente a prueba de balas.

Desplegarían casi todo su primer trabajo y zanjarían con el tema que han editado este año, a medias con Terra Tenebrosa, todo ello con una rotundidad y contundencia inapelables.   Acabarían siendo otro de los momentos cruciales de la jornada, por el empaque que trasmitían, la violencia con que se emplearon y lo redonda que les acabo quedando la hora larga de que dispusieron. “Como molaría volver a verlos pronto”, era todo lo que teníamos en la cabeza, mientras volvíamos a cruzar el camino que separaba el Boston Music Room, con el Forum.

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Llegaríamos esta vez un poco más tarde de lo que debíamos, habiendo volado las tres primeras piezas que God Is an Astronaut habían dispuesto. Perderíamos de esta manera, también, la opción de acceder al foso para poder tirarles fotos decentes. Finalmente el ritmo maratoniano que habíamos estado manteniendo durante todo el día, nos pasaba factura a la hora de ajustar los tiempos y nos forzaba a bajar el pistón por un rato. De esta manera nos tomaríamos la actuación de los irlandeses con más calma de lo esperado, disfrutando desde cierta distancia del característico Post Rock que practican.

Admiraríamos  el buen hacer del conjunto, sin que nos diese por apretujarnos entre los aficionados que iban copando el hermoso recinto, mientras tratábamos de distinguir alguno de los cortes que iban cayendo. “Calistoga”, “Reverse World”, “Fragile” o “Transmissions”, fueron algunos de los que nuestra memoria nos indica que acudieron a la cita. Gran abundancia de cortes del Origins, con sus voces robóticas incluidas en directo y una nutrida representación del “All is Violent” poniendo la guinda. De este último rescatarían “Fire Flies and Empty Skies”, para concluir su pulida comparecencia e indicarnos una vez más, el camino hacia las aceras de Londres.

En el Boston Music Room aguardaban los ingleses Bossk, otra formación complicada de ver por estos lares, que estábamos deseando presenciar. Les alcanzaríamos a medio terminar su “Define”, cuando aún no se habían consumido los puñados de incienso que habían preparado para el viaje. Los de Ashford andaban invocando lo etéreo de su discurso, haciendo buenas las enseñanzas de Isis, los devaneos fumetas de Sleep y el Sludge atmosférico de los mismísimos Cult of Luna.

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Colocarían en el centro de su actuación su último “Pick Up Artist” y presentaron un tema nuevo, corto y marcadamente Stoner. Concluirían sin que nos hubiese dado tiempo a apearnos del globo, con su mayestática “Truth”, colmando nuestras expectativas de manera elegante. Encerrarían en tan solo una hora, algunos de los instantes más bellos que escondía el Beyond The Redshift  festival.

Llegados hasta aquí hicimos un breve balance de cómo habían ido las cosas hasta ese punto, en lo que nos dábamos el paseo de rigor hasta el Forum. Entonces y no antes, nos percatamos de que no habíamos comido nada desde hacía muchas horas, ensimismados como estábamos por la ruleta imparable de conciertos que estábamos atravesando. De esta manera decidimos dar una oportunidad al buffet vegetariano que habían dispuesto los Cult of Luna para el evento, Otra muestras más del mimo con que los de Umea habían organizado toda la cita, que nos descubrió un fabuloso plato japonés llamado Kabocha Katsu.

Pasaríamos unos minutos haciendo la digestión con God Seed y su Black Metal marcadamente épico. Serían pocos los que se arremolinaran frente a los ex Gorgoroth, sin duda por lo poco que pegaban en el conjunto del festival. Estilísticamente jugaban fuera de casa los de Gaahl y  eso se notaba entre la audiencia. Se marcarían una convincente presentación en cualquier caso, sin desmerecer en ningún momento su iracundo legado y poniendo la nota exótica entre tanto Metal intelectualoide, como allí se presentaba.

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Tendríamos aun fuerzas para un último paseo entre el Forum y el Boston Music Room, un último esfuerzo antes de que los cabezas de cartel apareciesen. La excusa serían los Amplifier de Sel Balamir, quienes comandaban el segundo recinto de manera sugerente y profesional. Nos llamaría la atención el tirón que los de Manchester tenían por aquellos andurriales, mientras nos acordábamos de la última vez que los habíamos presenciado en una sala Azkena, con cuatro y el del tambor.

Habiendo zanjado el trámite que restaba, Cult of Luna eran los que aguardaban a modo de colofón absoluto. Los de Umea saltaron sobre las tablas del Forum con “The Sweep” haciéndoles la previa y “Light Chaser” dispuesta para ir metiéndonos en harina. El verdadero arranque como tal se viviría con “I:The Weapon”, el indestructible corte con el que Vertikal se presentaba, ya convertido en un clásico del Sludge universal.

Saldríamos del foso por desgracia, justo en el instante en el que Claes Rydberg se unía a sus viejos compañeros de fatigas, perdiéndonos la oportunidad de inmortalizar el regreso del hijo prodigo, en óptimas condiciones.  Con él en escena el conjunto tomaría la directa y recordaría sus mejores momentos, esos en los que se encumbró como banda de referencia de todo un estilo. Atacarían “Ghost Trail” como si nunca la hubiesen dejado de tocar en directo, con Claes haciéndose con el centro del escenario y Gaahl de Good Seed, ayudando a imprimir brutalidad en el tramo final.

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“The Watchtower” y “Beyond Fate” nos devolvían a los primeros tiempos de la banda, sonando como una orquesta intratable, que exudaba Hardcore por sus venas. Alcanzaríamos el reino eterno de esta manera, con todo el poso Doom que encerraba y nos dejaríamos mecer por los ecos de Salvation, que se acumulaban a lo largo de “Vague Illusions”. Sería finalmente “Dark City, Dead Man”, la que acabaría reluciendo poco antes de llegar a la parte final, como  síntesis perfecta de todo lo expuesto, a través de sus quince minutos de caleidoscópica belleza.

El ambiente se cargaría más aun en lo sucesivo, fumándonos “Passing Through” a caladas diminutas, disfrutando mientras el absorbente ritmillo iba entrando y saliendo de nuestros corazones. El concierto, el festival de hecho, estaba sentenciado sin embargo, solo restaban un par de regalos con los que partir hacía España. El primero “In Awe Of”, a modo de nuevo clásico irredento, elevando los ritmos y permitiendo a Johannes apuntar un ciento de veces con su guitarra hacia el cielo. El segundo sería “Leave Me Here”, enlazando con sabiduría los tiempos y otorgando galones al corte más celebrado por los allí presentes. Supondría una perfecta manera de concluir con un día inolvidable, entre las aceras de Londres y los ecos de la luna creciente.

Categoría: Crónicas

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