Acordándome del Roadburn del presente 2016, me vienen a la cabeza multitud de imágenes encontradas, unas pocas tristes, casi todas ellas positivas y algunas verdaderamente inolvidables. La excelencia que suele rodear al certamen, volvería a tomar Tilburg un año más, aunque la ampliación de las instalaciones nos tirase para atrás de primeras. Este sería el principal tema que iría apareciendo en casi todas las conversaciones de aficionados, a pesar de que para el segundo día, ya casi nos habríamos acostumbrado a las nuevas medidas del 013.
El sol nos recibiría en Tilburg el primer jueves de Roadburn, saludándonos para que comenzáramos con buen pie nuestra particular procesión de Metal sibarita. Cult of Luna serían los que tenían asignados los primeros oficios, oscureciendo la enorme sala principal, con el particular ambiente claustrofóbico que acostumbran. Interpretarían en orden perfecto, su delicado “Somewhere Along The Highway”, uno de los trabajos más íntimos con que cuenta la excelsa carrera de los suecos. Sobra decir que lo clavarían hasta límites insospechados, haciéndonos olvidar por una hora, que tan solo estábamos arrancando motores a las tres y poco de la tarde.
Proseguiríamos la inmersión con los Inverloch en la pequeña Green Room, dejándonos aplastar desde el primer momento, con los mastodónticos ritmos que regalaban los ex-Disembowelment. Pasaríamos rápidamente hasta el escenario principal, para ver que tenían que ofrecernos The Skull, sin que su Retro Doom fuese a cautivarnos lo suficiente como para que dejásemos pasar la oportunidad de sentir el poderío que andaban repartiendo los Usnea, no muy lejos de allí. Nos quedaríamos impresionados frente al muro antediluviano que estaban edificando los de Portland.
Sin cambiar de registro, haríamos nuestra primera parada del año en el bendito campanario conocido como Het Patronaat, en donde los Cult of Occult presentaban sus cinco grados de locura, con proyecciones que mostraban la enfermiza portada del redondo, y un volumen atroz, se mirase por donde se mirase. La suya sería una grata demostración de Sludge gordísimo, que me recordó sobremanera al bolo que se marcaron hace un año los Thou, en el mismito escenario. Castigaron nuestros oídos de tal manera, que casi nos empujan hasta los delicados cuentos que Hexvessel tenían preparados para nosotros en medio del 013.
Los creadores del When I´m Dead, montarían un bolo perfecto y dinámico, tan apropiado para el Roadburn, como para cualquier otro certamen que lo esté petando en la actualidad, y es que sus grandes dotes, les hacen candidatos a convertirse en grupo del año si nadie lo remedia. En ese sentido, jugaron el papel que el año pasado ostentaron Solstafir, haciendo las veces de prometedor conjunto, que está a punto de ser adorado por las masas. Interpretaron casi al completo su último redondo y dejaron una pulcrísima sensación sobre los presentes. En clara ascensión hacía la cumbre.
Por disfrutar de los de Tampere, llegaríamos tarde para coger sitio en la cola que daba acceso al campanario, donde tocaban los inclasificables Oranssi Pazuzu, una de las actuaciones que teníamos marcadas en negrita, pero que desgraciadamente, debido al overbooking de asistentes, nos veríamos obligados a perdernos. Muchos serían los que me comentarían más tarde, que también sufrieron el mismo percance. No tardaríamos demasiado en lamentarnos, ya que Converge se disponían a interpretar íntegramente su clásico Jane Done, y nosotros tan solo tendríamos opción a quedarnos muertos, frente a semejante lección de historia. Apabullante actuación se marcarían estas leyendas del Hardcore extraterrestre.
De similar galaxia que los anteriores, pero enraizados en las mejores características del Black Metal furibundo, se presentarían humeantes los islandeses Misþyrming, unos chavales con la vitola de artistas residentes de la edición 2016, que arrollarían cualquier intento de clasificarles en un solo enunciado. Sencillamente salvajes se emplearían, en primer lugar, presentando nuevo material aun sin editar, mientras nos regalaban el mejor bolo de la jornada, para más tarde, ofrecernos otro par de actuaciones memorables el par de días siguientes. Los ganadores a los puntos de todo el Roadburn.
Terminaríamos la primera jornada con un postre envenenado, con aroma a Doom imperial y veinticinco años bien llevados a la chepa. Nos aguardaba el Gothic al completo, la legendaria obra capital de Paradise Lost, quienes se marcarían un bolo regular y solvente, más emotivo que correcto, más entrañable que espectacular, pero decididamente disfrutable por cuantos allí nos encontrábamos. Rematarían de cabeza con unos cuantos clasicazos como “Hallowed Land” o “As I Die”, para dejar el sabor de boca idóneo, y mandarnos para casa con un poco de Doom del nuevo milenio.
Después de la apocalíptica jornada iniciática, comenzaríamos la segunda etapa con el inclasificable espectáculo de Diamanda Galas, un verdadero punto y aparte respecto a todo lo que veríamos a lo largo y ancho del festi. Las capacidades vocales de esta mujer, así como sus particulares maneras de desentrañar la comparecencia, conseguirían sobresalir por méritos propios, alcanzando a todos cuantos la contemplábamos, a pesar de que muchos acabarían siendo los que no podrían asimilar, el salvaje torrente artístico de la diva.
Pasaríamos de la locura controlada de Diamanda, a los delicados lamentos del señor Von Till. Aquí comenzaría la parte más Folk del Roadburn, la cual contaría con la pareja estelar de Neurosis en su faceta intimista, a Colin de Amenra con su proyecto ambiental y a los tótems del Dark Folk, Of The Wand And The Moon, todos ellos siendo programados en el campanario, para que la experiencia global se tornase excelsa. Cada uno a su manera, nos irían sumiendo en la quietud que destilaban sus tinieblas, cada artista remarcando su particular universo, mientras los espectadores nos relamíamos con el lado más pausado del festival holandés. Delicioso.
Entre que pasábamos de una sesión folky a otra, tendríamos la oportunidad de degustar algunas de las mejores propuestas que ofertaba el viernes, con los portugueses Sinistro convenciendo a casi todos de su enorme proyección internacional, o los With The Dead de Lee Dorrian, dando el concierto de Doom del día, dibujando sobre las tablas, la mezcla perfecta entre Cathedral y Electric Wizard. Sacaríamos hueco también para ver como Lychgate no terminaban de hacerse con la Green Room, a pesar de contar sobre el escenario, con el mismo órgano que figura en su aclamado último trabajo.
Entre unos y otros, alcanzaríamos la hora en que Pentagram iban a destrozar el escenario principal del 013. Los de Bobby Liebling repartirían un espectacular repertorio de himnos atemporales, comenzando por la triada letal que arrancaba su clásico Relentless, y terminando con “20 Buck Spin”, al tiempo que sepultaban a su carismático cantante, bajo sus propios instrumentos. Entre medias dejarían constancia de la leyenda en que se han convertido con los años, permitiéndose presentar alguno de los nuevos cortes de su Curious Volume, e incluso recordando el sentido documental que protagonizara Bobby hace un tiempo. Insuperables con el corazón en la mano.
La noche aún nos reservaría un último regalo, que una vez más vendría desde la remota Islandia, con la superfomación Ulfsmessa pegándole fuego al mismo campanario, en el que durante toda la tarde hablamos estado disfrutando de una copla folk tras otra. Para muchos esta acabaría siendo la actuación estelar del Roadburn, por la mezcla absoluta de Black iracundo y oscurantismo del fin del mundo.
El sábado arrancaríamos la que acabaría siendo la jornada más variada del Roadburn 2016, de manos de unos Skepticism solemnes, quienes teñirían a voluntad el 013, de negro absoluto, negro muerte con rosas adornando el escenario-velatorio. La suya sería una actuación especial, con un setlist escogido por los aficionados a través de una votación, de la que disfrutaríamos losas como “The March of the Stream” o “Farmakon Process”. Como alguien comentaría una vez hubieron acabado, nadie en todo el festi podría llegar a sonar tan jodidamente oscuro, como estos señores músicos de impecable etiqueta.
Proseguiríamos por territorios escabrosos sin embargo, no tan funerarios como los que nos habían brindado Skepticism, pero igualmente perfectos para la introspección más absoluta. El líder de Agalloch, Jhon Haugh, se encargaría de presentar sobre la Green Room sus esteparias creaciones minimalistas. Nos recordarían poderosamente al 'Dead Man' de Neil Young, envolviendo cada momento de un profundo sentir melancólico. Interesante aunque lejos de la brillantez, que siempre atesora su banda madre.
El siguiente receso lo brindarían Galley Beggar, quienes andarían oficiando su cuidado Folk ingles sobre el Patronaat. No repararíamos demasiado sobre sus bellas melodías, porque tendríamos que ir a coger sitio en el pequeñísimo escenario Extase -que no era otra cosa que la parte de atrás de un garito- donde los Kontinuum se disponían a presentar uno de los mejores trabajos del pasado 2015. Sudaríamos con ellos en lo que lucían orgullosos perlas como “Breathe”, y compartiríamos el rato con sus paisanos Vintage Caravan, quienes habían venido hasta allí para apoyarles.
Nuevo doble salto mortal, y pasaríamos hasta la Green Room para volver a ver una vez más a los Misþyrming sobre el Roadburn, quienes en esta ocasión interpretarían íntegramente su tremendo Songvar Elds Og Oreidu, un trabajo que ha hecho que media Europa se vuelva hacía ellos, y que remataría con acierto la tercera comparecencia del conjunto en tres días.
Llegaríamos hasta el escenario principal para poder presenciar el primer plato fuerte de la jornada, con unos Converge que iban a desentrañar algunos de sus cortes más pausados, a lo largo del espectáculo denominado “Blood Moon”. Contarían con el mismísimo Steve Von Till para poner la guinda a “Cruel Bloom” y con Chelsea Wolfe en más de la mitad de la comparecencia, sonando absolutamente perfectos, intensos y emocionantes. Se marcarían su particular versión del Disintegration de The Cure, y elevarían el listón de la jornada, hasta unos niveles muy difíciles de alcanzar por banda alguna.
El siguiente escalón en materia de intensidad, lo marcarían los belgas Amenra, quienes de similar forma a como habían hecho Converge, desnudarían casi todo su sonido, para enseñarnos los resquicios más profundos de sus canciones. Sentados en círculo y sin mirar ninguno de ellos hacía el público, entonarían una sucesión de cortes carentes de estridencia alguna, guiados por el registro más limpio de Colin y con las acústicas tomando el protagonismo, que normalmente tienen los gritos de rabia primigenia. Resultaría imposible terminar de ver el concierto, sin llegar a emocionarse.
En el piso más alto de la velada, aguardarían poderosos los cabezas de cartel absolutos del Roadburn 2016, los norteamericanos Neurosis. Los creadores del Through Silver and Blood celebrarían durante el festi sus treinta años de carrera, con una doble comparecencia que tendría continuación al día siguiente. La primera parte de la celebración, la concerniente al sábado, acabaría siendo la más espectacular, con un ritmo intratable y una selección de cortes notoriamente más encendida, que la que suministrarían veinticuatro horas después.
Tocarían dos horas cada noche, interpretando cortes de todos sus álbumes, de todos los estilos que han manejado y hasta una especial versión del “Day of the Lords” de Joy Division. La gigantesca coctelera que plantarían sobre el escenario principal del Roadburn, tan pronto escupiría Hardcore Punk (“Pain Of Mind”), Post Metal elegante (“Water is Not Enough”) como ritmos tribales (“Through SIlver and Blood”).
La inclasificable ceremonia terminaría con Scot Kelly y Steve von Till atizando timbales, en lo que todo el 013 entraba en comunión absoluta y los espectadores eran conscientes de que un momento mágico se estaba produciendo. Tanto sería así, que la propia Chelsea Wolfe, a quien pudimos ver atisbando el concierto cerca de donde nos encontrábamos, sacaría su propio móvil en ese momento, para grabar la escena como otra seguidora más. De tal magnitud sería lo protagonizado por Neurosis.
Con la evidente resaca de emociones que nos había dejado el sábado del Roadburn, nos dispondríamos a concluir nuestra comparecencia en lo que suele llamarse Afterburner, el epilogo al mejor festi del mundo. En este caso arrancaría con los legendarios Green Carnation interpretando su clásico Light of Day, Day of Darkness, en su golosa totalidad. Ni que decir tiene que lo disfrutaríamos como enanos, al tiempo que la banda iba clavando todas y cada una de las partes que contiene, ese bendito pilar del progresivo mundial.
Seguiríamos por terrenos ciertamente relajados, dejándonos seducir por el Post Rock magistralmente ejecutado que servían Jakob y gozando de la invitación a la fiesta que disponían desde la Green Room, los vaqueros Ecstatic Vision. Un par de actuaciones excelentes para servir de introducción a la que sería la mejor comparecencia de la jornada, y puede que de los cuatro días que andaríamos por Tilburg. Llegaría el turno de Amenra en todo su esplendor.
Los belgas sacarían lo mejor de sí mismos para demostrar que son una de las bandas fundamentales cuando uno se refiere al Post Metal, a día de hoy. Intratablemente salvajes y oscuros, con Colin en trance permanente y toda la presión necesaria, para conseguir que tres mil personas se agitasen al ritmo que ellos marcaban. Tras ellos sus habituales proyecciones tenebrosas y frente a ellos, un Roadburn en el que conseguían licenciarse con honores, y justo antes de los maestros absolutos del estilo. Estos rematarían el festival de este año.
La segunda parte de la celebración de Neurosis iría de menos a más, con problemas técnicos de inicio, una parte central repleta de perlas de difícil asimilación y una parte final de traca absoluta, con “Given to The Rising”, “The Tide” y “The Doorway” a modo de clásicos definitivos. De esta manera darían punto final a otras dos horas de historia musical inabarcable y a cuatro días de ensueño, en el que sigue siendo el mejor puto festival del universo.