Con una tortícolis de cuidado amanecimos al día siguiente del concierto de Anthrax en la sala Zentral de Pamplona. Señal de que habíamos gozado como si no hubiera mañana, como tantos otros que llenaron el recinto de pogos y mosh rings.
Dos días antes del chupinazo sanferminero tenían a la capital navarra sumida en un hervidero prefiestero, en el que sus calles rebosaban de turistas y demás visitantes que disfrutaban ya, de todo tipo de espectáculos callejeros. Pero lo que habíamos venido a ver era nada más y nada menos que a uno de “los cuatro grandes” del thrash metal.
Antes de los de Nueva York tendríamos sobre el escaso espacio que restaba en el escenario a Puraposse. Banda gestada en Agurain que surge de las ganas de más y la falta de tiempo de agrupaciones como Xaiko, The Montons, Kilauea, Stupenda Jones o Kaotiko. Su propuesta es un punk rock metalero que, si es cierto que no casa demasiado con la de Anthrax, sí se acerca a la esencia de proyectos de sus integrantes como S.O.D. pero más bien en la actitud.
Presentaron de manera muy enérgica, y aprovechando el poco tiempo con el que contaron, su ópera prima, Etiqueta Negra. Alcanzaron a tocar once temas dejando tres en el tintero de su repertorio (1312, Juégatela y Aún Quedan Balas) sin tan siquiera hacer uso del Ventolín como bromeaba Aguayiko por su micrófono. No desperdiciaron la oportunidad de tocar con una banda del estatus de Anthrax y, si bien no era la banda más idónea para telonear a uno de los grandes del thrash metal, supieron abrir bocado y entretener a los fans de los neoyorquinos con su música más cercana al sonido “Colin Richardson” y a la actitud de La Polla Records. Desde mi punto de vista personal, fue más que curioso ver a un colega, “Zelaika”, antiguo buen compañero de trabajo (de una empresa de cuyo nombre no quiero acordarme), compartiendo escenario con una de mis bandas predilectas. Mi más sincera enhorabuena.
Tuvimos que esperar hasta casi las 21:30 para escuchar por la P.A. The Number of the Beast, seguido del habitual intro, I Can't Turn You Loose, interpretada por los Blues Brothers. Justo después veríamos a Jon Dette, colocarse en la batería que habitualmente ocupa Charlie Benante y meternos de lleno en Among The Living, un tema que ya tiene la friolera de 30 años y sigue destrozando cuellos.
Nuestro caminante blanco favorito, Scott Ian, comenzaría los primeros acordes de Caugth in a Mosh volviendo loco al gentío y la fiesta ya estaría más que en marcha con Bello arrancando con su característica línea de bajo en Got The Time.
Pasaríamos entonces a recordar los tiempos de Spreading the Disease con Mad House y el público respondiendo a cada coro que Joe Belladona ordenaba. Éste, rememoraría la última vez que pasó por Pamplona fue allá por 1988 durante el Mosters of Rock, evento que marcaría a la ciudad navarra para siempre. Ninguna mención a aquel conciertazo que se dieron sin su presencia en el Pabellón Anaitasuna junto a Clawfinger, con John Bush partiendo la pana en las voces del Sound of White Noise.
Ya había dejado la cámara a un lado y salido del foso cuando me percaté de la presencia de mi amigo Andrés Oiarbide que, a pesar de la minusvalía que le mantiene postrado en su silla de ruedas, se acercó hasta la segunda fila como un campeón. No me lo podía creer. Eso sí, segunda fila también muy cerca de la barra en la que nos echamos una cerveza, cerveza en la que se coló una púa de Frank Bello que Bellandona me lanzó. Bonito recuerdo.
Fight ´Em ´Til You Can´t, primer y último single que solo interpretó en directo Dan Nelson, sería el siguiente corte en sonar justo antes del tema clave de For All Kings, Breathing Lightning. El público más veterano pero menos seguidor de los avatares del grupo, se tomó un respiro durante este tema de corte clásico para volverse loco en el siguiente con Intro to Reallity y Belly of the Beast, donde el sustituto de Benante, Jon Dette, demostró que es el más idóneo para el puesto en los directos de Anthrax. El regalo que le hicieron sus padres tras divorciarse en su decimocuarto cumpleaños, cada uno un set de batería y una copia del Fistfull of Metal, han dado sus frutos en forma de un percusionista especializado en golpear el doble bombo de los más grandes del thrash americano. La cencerrada final de Belly of the Beast sonó perfecta.
Llegados a este punto era el momento de promocionar el último disco, For All Kings, una vez más, con All of Them Thieves. Canción que, a mi parecer, podría haber sido sustituida por muchas otras de su extensa carrera. Pero los amantes de la etapa de Belladona estaban de enhorabuena pues no se atreverían con ninguna de la época de Bush, e interpretarían temas como Medusa, llenando el reciento de gallos (por parte del público) o Be All End All, del State of Euphoria, haciendo crujir nuestros cuellos sin piedad una vez más.
Si Medusa era algo complicada de entonar, nos quedaba el comodín de Antisocial, la celebérrima canción de Trust que Anthrax hizo famosa, y que nunca falla en ninguno de sus conciertos para hacer corear al personal. Icónica interpretación como de costumbre. Otra púa voló por nuestras cabezas y, esta vez, tras atraparla se la tuve que obsequiar al que estuve acompañando esa noche, Andrés, el fan que más se lo merecía sin duda alguna. Su mirada de alegría no tenía precio.
Joe Belladona con su gorra rapera al estilo de los 80 y Frank Bello recorriendo el escenario de un lado a otro, no cesaron en su empeño de animar al público incesantemente también en el siguiente tema, Indians, con el que se formó un pogo en medio de la sala. Jonathan Donais se mantuvo más al margen y concentrado en su instrumento. Con una técnica impoluta pero con un carisma que está lejos de ocupar el de su antecesor, Rob Caggiano.
Y, de repente, cuando estábamos pasándolo como nadie, en un momento álgido de la noche, Scott Ian y los suyos empezaron a despedirse y dejarnos con ganas de mucho más. Sí, fue intenso, pero no habría estado mal quince minutillos más… Habría sido de agradecer. Aún y todo fue un bolo brutal en el que el público que llenó la sala de Iruña no se sintió defraudado, aunque supiera a poco, y que sirvió para anunciar su paso por el Resurrection Fest dos días más tarde. Para entonces nuestro cuello seguiría resentido pero, como suelen decir, sarna con gusto, no pica.