Un pedazo de la América más profunda nos visitó hace escasas fechas, con la marcha cambiada y el descaro propio de quien ejecuta lo que siente. Black Tusk llegaban hasta Bilbao por primera vez, para demostrar que en Savannah, no solo de Baroness y Kylessa vive el hombre. Ellos son la alternativa más purista que encierra el pueblo en cuestión, en lo que a Sludge Metal se refiere, sin escorarse hacía la psicodelia, ni juguetear con lo progresivo como gustan sus compañeros de vecindario, defienden sus cenagosas raíces, frente a todo el que sea capaz de tragárselas.
La fiesta fue breve y comenzaría con los americanos Fight Amp, repartiendo estopa sobre los poquitos que nos habíamos acercado hasta el Azkena bilbaíno, la noche se abría de esta manera, con la garra que este ruidoso trio tenía preparada. Atronando como si de unos Motorhead sin freno se tratase, nos obligarían a buscar refugio mientras ejecutaban sus alargadas piezas y los intensos parones que las mismas escondían. Se detenían para recordar que estaban allí esa noche gracias a Black Tusk, pero la peña no parecía que estuviese por la labor de inmutarse, la avalancha sónica que encarábamos, no era como para ponerse sentimental, opinábamos algunos.
Brillaba sobre el escenario un batería salvaje, la base rítmica atronadora consecuente y unas impactantes maneras de punkis berreantes, en una sala Azkena que iba cogiendo color por momentos. Los sonidos disonantes llevaban el timón en el ataque implacable que estábamos presenciando, hasta que bajo y guitarra decidieron rematarlo, clavando sus respectivos instrumentos hasta hacerlos chirriar, como si el paroxismo sónico fuese su fin último.
De similar escuela, pero con formas bastante menos enervantes, saltaban sobre el escenario los tres músicos que componen Black Tusk y el público seguía sin terminar de entrar en el juego. Poco parecía importarles a los tres sudistas lo que se cociese debajo de sus pies, ellos ya tenían la fiesta montada sobre el tablao. Lo suyo era convertir una sala de bien, en un garito de carretera repleto de testosterona, juramentos y Sludge Metal sin filtro. Nada de música pasada por el colador de las buenas maneras, afinaciones cuanto más graves mejor, voces agónicas que raspaban y actitudes de Hardcoreta curtido en mil batallas, era lo que encontrábamos.
Dieron un breve e intenso repaso a casi todas sus obras, olvidándose por completo de su primer álbum y poniendo el acento sobre su último Tend No Wounds. Destacaron sobre la pantanosa maraña que iban fabricando, Bring Me Darkness y sus coros fácilmente coreables, así como el maravilloso punteo Stoner que encierra Truth Untold. Se puede decir en líneas generales, que su actuación no tuvo demasiados momentos que se saliesen del guion previsto, en cualquier caso, fue una disfrutable descarga para todos aquellos con el punto de mira apuntando hacía los lodos que gustan de facturar en el estado de Georgia. Sin el gancho de Baroness, ni la apertura de miras que ofrecen Kylessa, Black Tusk son una estupenda banda para dejarse las florituras en casa, tan sencillo como eso.