Fotos: Juan Raúl
Sudando la Camiseta
Verdaderamente caliente fue lo vivido en la sala Sonora el segundo domingo de Septiembre, abrasadoramente heavy en todos los sentidos que tengas a bien imaginar. Una sala repleta de incondicionales al metal melódico, junto a la ausencia absoluta de aire acondicionado que los refrescase, fueron los dos primeros motivos que se pueden aludir al respecto. La banda que figuraba en letras mayúsculas esa noche, tan solo tendría que avivar el fuego que ya estaba montado.
Antes incluso de que hubiéramos atravesado las puertas del recinto, la temperatura que se apreciaba en los aledaños era la propia de los conciertos especiales, el típico ambiente que siempre precede a las citas con solera. Tan sencillo era toparse con grupos de señores tocando guitarras de cartón, como avistar mallas de colores resultones, mirases donde mirases, podías apreciar que la vieja guardia que tiene a los Ochenta por referencia, nunca se ha llegado a olvidar de los Pretty Maids.
Los daneses, llevando tres décadas como llevanaguantando el tirón, saben bien como devolver el cariño que la peña les guarda. Desde que comenzaran a rodar, han mantenido una carrera coherente y se las han arreglado para ir bordeando, el inevitable declive que las nuevas modas les dictaban. Una de las principales bazas con las que han contados para ello, son sus conciertos, fieles reflejos del espíritu luchador de esta gente, en los que nunca se ha dejado de apostar por las nuevas creaciones que van facturando.
En la cita que aquí nos ocupa, no hicieron falta teloneros para que la noche terminase con final feliz, “Mother of all Lies” sería el primer tema que la parroquia requeriría para comenzar a sudar. El sonido en la Sonora era fácilmente mejorable en estos primeros compases de la actuación, pero poco parecía importar al público allí reunido, iría solventándose paulatinamente en cualquier caso. La gente mientras tanto, se la gozaba con delicados cortes como “I See Ghosts” y se zambullía de cabeza en su videoclip particular.
Rock melódico de cuidada factura, el mismo que vienen empleando con fortuna en sus últimas publicaciones, se adueñaba de la sala sin precisar demasiada ayuda, bastaba con el gancho que a los de Ronnie Atkins siempre les ha acompañado. El rubio cantante mostraba sus maneras de frontman arquetípico, mientras que en el resto del conjunto sobresalían Ken Hammer y Morten Sandager, el primero por el peso que tiene en la formación, el segundo por el protagonismo que adquiría sobre el escenario.
Los cortes clásicos llegarían pronto y la gente se volvía loca mientras echaba la vista veinte años atrás, con los altavoces atronando “Needles in the Dark” o “Love Games”. Se calmaba un poco el sarao, al tiempo que les daba por incluir cortes de este milenio en escena, los botes y aplausos continuarían a buen nivel cayese lo que cayese. Ronnie tan solo tendría que presentar “Yellow Rain” un par de temas después, para que la algarabía comenzase a alcanzar proporciones épicas de nuevo, para ello tendría que dejarse la garganta tratando de alcanzar los tonos más altos que le salían al paso. Algo similar a lo que le ocurriría con otra de sus joyas del “Red Hot And Heavy”, “Queen of Dreams” concretamente.
El maquillaje iría derritiéndose sobre la cara del cantante y “Back to Back “, era presentado con todos los honores que un clásico de semejante nivel merece. Puños apuntando al techo y melenas volando para recibir a una de las piedras preciosas que guardaba el Metal escandinavo de los ochenta, un par de acoples inoportunos por desgracia, se encargarían de restarle parte de épica al momento. La sudada proseguiría con los ecos de Scorpions que siempre arrastra el punteo de “Rodeo”, el homenaje perpetuo hacía Phil Lynnot por cuenta de “Please Don´t Leave me” y la inclusión del archiconocido estribillo del “Another Brick in The Wall”, para presentar por todo lo alto “I.N.V.U”.
La noche se pondría un poco más heavy aun si cabe, cuando Pretty Maids lanzaran el “Red, Hot and Heavy” sobre la Sonora. Su “Balls to the Wall” particular provocaría los últimos momentos de júbilo antes de que la banda se bajase dignamente del escenario, para esperar los cinco minutos de rigor que se acostumbran en estos casos. Volverían remarcando la importancia que ha tenido “Pandemonium” en esta última época de su carrera y rescatarían para ello, “It Comes at Night” y “Little Drops Of Heaven”. En el preciso momento en el que un mar de palmas inundaba la sala, Ronnie Atkins sonreía satisfecho, volvía el micrófono hacia los espectadores y en su mirada, se podía confirmar que se veía con el deber cumplido.
No iban a bajarse de allí sin que el “Future World” pusiese la puntilla de todos modos. Tocaba apretar los dientes de nuevoy dejarse llevar por este himno, de manera similar a como lo habíamos hecho cientos de veces antes. Un final perfecto y predecible para una de las noches más calientes que se recuerdan en la Sala Sonora, desde que comenzara su andadura hace poco más de un año.
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