Jueves 10 de Marzo de 2016
Kafe Antzokia, Bilbao.
Casi de refilón me acabé enterando de un bolo que se antojaba interesante por unos cuantos motivos. No todos los días uno tiene la oportunidad de ver sobre las tablas a un músico curtido en mil batallas y de tanta envergadura como Stevie Klasson, miembro de la formación de Johnny Thunders Odballs, componente original de Diamond Dogs, guitarrista en Hanoi Rocks y demás proyectos con un montón de artistas. A la guitarra otro músico con buen historial, Bobba Fett pianista de The Hellacopters, guitarrista cofundador de Diamond Dogs e incluso colaborador echando un cable a Nicke Andersson en su primer álbum con Imperial State Electric. Al bajo Martin Tronsson viejo conocido de Diamond Dogs y de Dregen. Completando la formación otro Diamond Dogs y sujeto conocido de la banda de punk rock sueca KSMB. Una presentación con suficientes garantías de éxito.
Me dirigía a paso firme camino del Kafe Antzoki pensando en la afluencia de gente que habría tras la coincidencia con el partido del Athletic y una semana de lluvias intensas, como la jarreada que estaba cayendo en esos mismos instantes, y que había dejado las calles vacías. Mis dudas quedaron disipadas al llegar, cuando nos encontrábamos una veintena para un bolo que bien merecía llenar el recinto.
Con la excusa de un disco y un libro “Rock N’ Roll Tales From A Crooked Highway” donde este tipo reúne un buen puñado de anécdotas, regresaban a recorrer la península en busca de difundir su proyecto. Fieles a su bagaje e ideales, el nuevo plástico mantiene la sintonía que traían de trabajos anteriores como “Don’t Shoot The Messenger”, se acercaron al Antzoki para impartir una lección de punk rock avanzada.
Lejos de amedrentarse por la poca entrada, salieron motivados a resarcir a todos los que habían hecho el esfuerzo de acercarse a verles. Confiados plenamente del material que presentaban, cimentaron el repertorio sobre su reciente lanzamiento al que incorporaron algún tema añejo y algunas versiones. Dieron el pistoletazo de salida con “Gimme More” que sirvió de calentamiento, antes de que metieran al personal en harina con la jaranera “Hoodoo Cadillac”. La actitud y disposición de los músicos animó a moverse a la concurrencia, mientras disfrutaba de esa esencia setentera que desprenden cortes tan sublimes como “Good Stuff” o “Hand Me Downs” que tienen un intenso poso a los Rolling Stones aderezado con ese carácter granuja que imprime ese punk neoyorquino que también deja su impronta en los temas. La energía y entusiasmo de su líder era una constante que sumaba puntos, aunque no siempre estuvo bien apoyado sobre los monitores en la primera línea de asalto por sus compatriotas. Tanto Bobba Fett como Martin Tronsson realizan buena labor instrumental, son precisos, también acertados y se entienden a las mil perfecciones pero son unos auténticos troncos sobre el escenario. Es cierto que Martin Tronsson me dejó algo mejor impresión que la que me quedó cuando vino acompañando a Dregen en el mismo recinto, pero levemente.
Estratégicamente colocaron en la segunda parte del bolo cortes movidos como “Gypsy Lullaby”, “Cool To Be Kind” o “If I Do” capaces de hacernos olvidar el triste día gris que terminábamos de pasar y que lograba introducir en su fiesta particular hasta al más aletargado. Entre medias algunos parones imprescindibles para reafinar las guitarras que traía Stevie Klasson y que dejaban constancia de su admiración por un arte que lleva practicando desde que era un zagal. La noche seguía corriendo de mano de temas como la potente “Sing a song”, la evocadora “Riding High” o la brillante “Lucky” recibida con entusiasmo por una audiencia agradecida de catar ese regusto callejero que exhalaban. Quedaba sólo tiempo para una traca final que comenzaba de mano de “Angel in Black” y “Who’s Foolin’ Who” para arremeter con una colaboración que contaba con Sara de Rubia interviniendo en “All the Young Dudes” de Mott The Hoople . Los fotógrafos volvían a echar mano de sus cámaras.
Reservaron para la sección bises, dos cortes de altura como son “Goin Mental” y “Downbound Train” con las que terminaron por meterse al público en el bolsillo y se erigieron como la banda prototipo de directo que nunca pierde su valorada profesionalidad. No faltó otra versión más “Teenage Head” de Flamin’ Groovies y que casi se me escapa sino es por un colega. El instrumental “Silvio’s Deathwaltz” sirvió de cierre para una noche memorable y aunque soy enemigo de este tipo de conclusiones, debo decir que ayer fue la excepción que confirma la regla, dejando el mejor de los sabores de boca.