5 de Diciembre de 2016
Sala Santana 27
Bilbao
Airbourne siempre son una apuesta segura, cuando uno se plantea recibir una descarga de adrenalina escénica. Cuando uno tiene a bien pegarse una fiesta, y necesita ponerle banda sonora a la jarana, estos australianos siempre se muestran como una baza ganadora. Sin zarandajas, sin necesidad de grandes discursos sobre los que apoyar su propuesta, ni elegantes melodías con los que sustentar sus canciones. Mostrándose como los herederos directos de AC/DC, es como saltan sobre las tablas los Airbourne. Tan directos como un puñetazo encima de la mesa, siempre en el nombre, del mismísimo Rock N Roll.
Abriría la noche la prometedora agrupación conocida como Leogun, un conjunto de tres patas procedente de Londres, que practica un elegantísimo Blues Rock, con grandes querencias por los devaneos instrumentales. La suya sería una notable actuación que nos sorprendería gratamente a los que aún no les teníamos fichados, facturando una precisa colección de cortes en los que nombres como Raveneye, Vintage Caravan o Wolfmother, serían citados uno tras otro, en la búsqueda de un nexo reconocible. Concluiríamos con los evidentes aires que todas estas bandas mencionadas tienen en común, confirmando que los ingleses Leogun, simplemente suponen una nueva rama del mismo árbol majestuoso, que llevamos media vida contemplando. El que lleva el apellido del Zeppelin capitaneado por Page y Plant, y sigue marcando su gloriosa influencia, cuatro décadas después de estrellarse.
Pasando sobre el lustroso teloneo de la velada, la intro de Terminator 2 nos recibiría triunfal hasta la verbena que habíamos ido buscando. La banda de los O Keeffe saltaría fulgurante sobre la Santana, golpeándonos sin piedad con un “Ready To Rock” en toda la jeta. Sin tiempo a habernos podido levantar, Airbourne nos recordarían aquello de que son demasiado rápidos y jóvenes como para ser contenidos, desatando el desmadre generalizado y terminando con el clásico show de la cerveza reventada, al tiempo que derramaban el “Chewin The Fat” sobre nosotros.
El público se sintió en sintonía perfecta con la banda desde el minuto uno, pero desde que Joel O Keeffe tuvo a bien destruir la primera cerveza de la noche sobre su testa, lo estuvo mucho más aún. Audiencia y banda se moverían al unísono de esta manera, en una descarga de energía sin freno. Una descarga que solo iría en aumento, a medida que los coros de “Rivalry” entrasen en juego y sobre todo, una vez que Joel decidiese marcarse un solo desde el borde de uno de los balcones de la Santana, terminando con otra lata reventada en plena cabeza. Pura intensidad sin control.
Tomando aire, el pequeño de los O Keeffe, dedicaría el “All For Rock N Roll” al mismísimo Lemmy y lanzaría un par de balas del nuevo redondo, para presentarlos justo cuando más caliente estaba la velada. Acto seguido, empuñaría el clásico foco con el que apuntar al público y entonar el “No Way But The Hard Way” a modo de piña unida. Rematarían demasiado temprano sin embargo, con el fulgurante “Stand Up For Rock And Roll”, poniendo el único gran pero a la que estaba siendo una actuación intachable.
Volverían con el mayor de los O Keeffe haciendo sonar la sirena antiaérea, y dos grandes pelotazos como ”Live It Up” y “Running Wild”, dando por ventilada la comparecencia. Demasiado pronto para todos los que estábamos allí, ya que el repertorio terminaría incluyendo tan solo doce pelotazos. Sabrían a poco a pesar de lo potentes que sonaron, a pesar de lo intensos que se emplearon y de lo rotundos que resultaron. Un par de temas más, hubiesen hecho que no nos hubiésemos levantado de la lona, en la que consiguieron mantenernos más de la mitad del concierto.