Las Ventas 7 de marzo
Sinfonia del Paradysso, fin de gira
Cuando entré al Invernadero de Las Ventas aquella noche del 7 de marzo no podía adivinar que sería el ultimo concierto que iba a ver en mucho tiempo, y todos saben las razones. La noticia pocos días después, de la cancelación de todos los eventos en directo, ha sido necesaria, y aun así dolorosa para músicos y público.
Pero recordemos la noche. Era la primera vez que entraba a Las Ventas y mientras se organizaba la audiencia comprando camisetas o hamburguesas, me di una vuelta por la bella plaza. Intentaba no estar muy cerca del resto de los asistentes y creo que muchos pensaron igual, y aunque fue imposible guardar la distancia del dichoso metro, al menos los que tenía al lado estaban algo distanciados.
La presentación estuvo a cargo de dos de las Leyendas más rockeras de Madrid, Mariskal Romero y Juan Pablo Orduñez “El Pirata”. En lo que este se mostraba más comedido, Mariskal se reveló mucho más enérgico y comunicativo, presentando al grupo, hablando de la presencia rockera en Las Ventas y recordándonos que habría una sorpresa al final del concierto. Me lo pase muy bien, sobretodo por el gran aprecio que le tengo a ambos, principalmente a Vicente.
El repertorio fue el mismo y en el mismo orden que en su concierto en Bilbao que anteriormente reseñamos, pero bastante diferente a la anterior presentación en Madrid en el Palacio Municipal de Congresos hacía exactamente dos años y una semana. Luego de la poética “Intro” la banda arrancó con “Animal”.
Estaba en la zona derecha del escenario, frente a Jorge Escobedo, quien se mostraba muy alegre haciendo multitud de señas, poses e intercambiando con el público más cercano. Su hermano Carlos también estaba muy alegre y comunicativo, mezclando esos momentos de lirismo con otros más bromistas. Aprovecho para agradecer a Carlos Escobedo y Óscar Beorlegui de El Dromedario Records que fueron quienes facilitaron mi pase de prensa para la ocasión.
Indudablemente, la orquesta sonó mucho mejor y luego de dos años de gira, el repertorio avanzaba preciso y cronometrado. Cada acorde, cada cuerda, cada golpe en su sitio, ni una fusa antes o después. Con la entrada de “Blancanieves”, canción cuya letra siento dentro de mí, ya la audiencia mostraba síntomas de delirio y amplias sonrisas adornaban miles de rostros.
La primera sorpresa que recibimos fue cuando Carlos comentó en que entraría nada menos que Morti para cantar “Naufrago” a dúo. Buenos recuerdos que siempre nos traerá el caballero melancólico, vestido con su habitual capa negra. Magnífica interpretación con sus vocalizaciones algo más alargadas que las de Carlos.
El concierto continuó avanzando y la gente alucinando ante cada presentación de Carlos Escobedo. Ninguna canción entró de sorpresa, sino que el bajista tuvo palabras para cada una de ellas, piezas que han ayudado a formar a la banda y a formarnos a nosotros como seguidores de ella. “Hemoglobina”, “Hombre de Hielo” y “Vacio” culminaron con la presentación de la segunda invitada, Ruth Lorenzo, para cantar “Paradysso”. Confesó antes de iniciar su canto que hace veinte años era una seguidora de cada concierto de la banda. Amor a la música y talento a su servicio fue lo que mostró esta mujer sobre el escenario.
Hubo una pequeña pausa y la banda regresó con “Estrella Polar”. “Arrepentido” es de las canciones que la gente canta de principio a fin, y luego Carlos invitó a Alberto Marín, guitarrista de Def Con Dos, y Marron para cantar y tocar “Mis Cenizas”. La energía desplegada por Alberto fue tal que al final de la pieza Antonio Bernardini tuvo que sonreír y decirnos a todos que mañana iba a comprar pelucas para todos, porque había descubierto la necesidad del cabello para poder demostrar mucho más arrojo.
Se acercaba el final pero aun quedaban sorpresas, como fue la entrada de Manuel Reyes, quien fuera batería de Medina Azahara por más de veinte años y padre de Manu Reyes, para tocar “10 Años”. Carlos bromeó al principio recordando cómo había tenido que ir a pedirle a Manuel la mano de su hijo para que entrara a Sober, y al acabar el tema fue tan briosa su cabalgata sobre la batería, que Carlos tuvo que declarar que a Manu aun le queda un largo camino para alcanzar a su padre. ¡Y vaya que sí! , que el veterano nos dejó con la boca abierta.
Otro que nos dejó con la boca abierta fue Jordi, uno de los violinistas de la orquesta que hacía las veces de director para algunos empastes orquestales. Tocaba sentado porque no quedaba más remedio pero en sus arranques y chifladuras se notaba que disfrutaban tanto o más que cualquiera de nosotros. Llegó la hora de terminar y de volvernos locos, siendo Jordi y otro violinista del ala izquierda quienes con mayor entusiasmo acataron la orden, aunque hubo otros miembros de la orquesta que no se quedaron atrás. Un cierre magnifico que fue premiado con un gran aplauso.
Salieron de nuevos los legendarios Mariskal y El Pirata para contarnos que premiarían a Sober que fueron ganadores en el Rockferendum de La Heavy mientras El Pirata montaba su mesa de mezclas y se puso a pinchar una selección de las mejores canciones de rock y metal para saltar y bailar. Una noche inolvidable por todas estas razones que os cuento, desde un intenso concierto hasta la idea de no saber cuándo podremos volvernos a juntar para entonar al unísono cualquier canción que nos guste sin temer a un virus.