Jueves 24 de noviembre
Sala Santana 27, Bilbao.
Tras una década sin dejarse caer por salas de la península, solo visitas a festivales, y una pandemia de por medio, finalmente llegaba a Bilbao el esperado tour por los 30 años de carrera de Opeth, toda una institución del metal. Una gira que han llamado Evolution XXX y en la que vienen dando un repaso a toda su carrera, tocando un tema de cada uno de los 13 álbumes publicados, con una lista de canciones elegidas por sus fans.
Como compañeros de viaje se traían a los veteranos canadienses, Voivod. Una banda de culto, adelantados a su tiempo y aún hoy continúan siendo en parte unos incomprendidos. Esta gira está siendo muy bien recibida y ha colgado el cartel de todo vendido en muchas ciudades por las que han pasado. En Bilbao hubo una muy buena audiencia, teniendo en cuenta que era jueves y la hora de comienzo del concierto.
Cuando subieron los Voivod había una buena entrada, la anterior vez le vimos sobre este mismo escenario formando parte del Deathcrusher Tour 2015, acompañando a Carcass, Obituary, Napalm Death y Herod. El combo salía sonriente y con ganas, mientras sonaba la introducción de “Experiemt”, dando paso a ese icónico riff, una de las joyas del glorioso, 'Dimension Hatröss'. Tras unos merecidos aplausos y la jocosa presentación del frontman Denis “Snake” Belanger, que espeto: “Para los que no nos conozcan somos Voivod y llevamos haciendo esto hace unos cuantos años”. Siguieron con "The Unknown Knows", del 'Nothingface' de 1989.
“Snake” aclaro que también tocarían temas de su nuevo LP 'Synchro Anarchy', y acto seguido se lanzaron con el tema título y “Holographic Thinking”, para después cambiar de tercio y volver al siglo pasado con la pegadiza "The Prow", del denostado 'Angel Rat', la pieza más directa que tocaron esa noche. Con “Chewy” enfundado en una cami de Rush y disparando el elegante solo de guitarra mientras divisamos a un sonriente “Away” desde detrás de su kit, aporreando con precisión milimétrica.
Me moví al lado derecho de la sala y me sitúe delante del bajista para Dominic ‘Rocky’ Laroche, para disfrutar del sonidazo de bajo en otra de las nuevas, “Planet Eaters”, qué gozada. Tuvieron de buen sonido, tal vez un poco más de volumen hubiese estado mejor, pero en las primeras filas se escuchó genial.
Me encantó verles tocar “Fix My Heart”, un tema que tenía olvidado, pertenece al LP 'The Outer Limits' de 1993. El final estaba cerca y habían reservado su personal versión del “Astronomy Domine” de sus admirados Pink Floyd. Yo hubiese preferido otro tema propio y no desperdiciar esa última bala con una versión por muy trascendente que sea. Un setlist mejorable, pero actitud a raudales, nos dejaron con ganas de más. Estuvieron 45 minutos y a mi juicio son muy pocos para una banda tan grande como Voivod. Pero es la ley de la oferta y la demanda. Ojalá algún día podamos verlos encabezando su propia gira por estas tierras. Pero encantado de verlos una vez más, aunque fuese menos de una hora.
Era el momento de los Opeth, se apagaban las luces y sonaba “Seven Bowls” a modo de introducción, salían uno a uno y tomaban posiciones, el bajista Martín Méndez, el joven batería finlandés Waltteri Väyrynen (ex-Paradise Lost, Bloodbath, Bodom After Midnight), el teclista Joakim Svalberg, el guitarra, Fredrik Åkesson y el último en salir bajo una gran ovación, el maestro Mikael Åkerfeldt. Arrancaban con “Ghost Of Perdition”, donde ya impresionaron por el excelente sonido que consiguieron, brillando Mikael con esos guturales profundos y pasando a voces limpias y dulces con una pasmosa facilidad. Apoyado en los coros por el teclista Joakim y en otras piezas por Fredrik. Un tema de 10 minutos así para comenzar. Casi de seguido llegaba “Demon of the Fall” con esos cambios de tiempo tan dinámicos, marca de la casa.
Tras los saludos y alguna broma de Mikael con su profunda voz, tocaron “Eternal Rains Will Come”, una de las joyas del bendito, 'Pale Communion', ya metidos en terrenos más prog sinfónicos, que tanto gustan a sus fans más sibaritas. A los que les “dolería” el claro contrapunto con “Under The Weeping Moon”, del LP debut ‘Orchid’ de 1995, más cercana al death noventero y donde de nuevo afloraban las voces guturales. Me parece alucinante como este tipo saca esas voces sin apenas inmutarse, donde otros estarían con todas las venas del cuello fuera, Mikael las clava.
El bajo suena ampuloso de Martín, las delicadas guitarras y los teclados de Joakim en la parte final en la hermosa "Windowpane", del 'Damnation' de 2003. Mikael anunciaba otra suave y que a lo mejor se le olvidaban las letras y teníamos que echarle una mano. Se trataba de la emotiva “Harvest” del 'Blackwater Park’. Una gran interpretación que fue muy aplaudida y los gritos de “Miguelito, Miguelito” de una parte del público se hicieron evidentes, a lo que Mikael respondió: “Sí, ese soy yo, tengo muchos nombres, hasta Satán”. Aprovechando para introducirnos en la siguiente, dijo “La próxima no es sobre Satán, trata sobre la bella y la bestia. Es una canción romántica y extensa, muy extensa. Os da tiempo a ir a la ciudad, tomar una cerveza y casi seguro cuando vuelvas seguiremos tocándola. Pero no lo hagáis. Y si no habéis ido al baño, ahora aguantad”. Se trataba de “Black Rose Immortal” con sus 21 minutos de duración, con ambientes cambiantes, pasajes guturales, melodías dulces y melancólicas. Incluida en el segundo disco, ‘Morningrise’ de 1996. Una bañada de tema, al alcance de muy pocos locos atrevidos. Por supuesto que fue muy aplaudida, pero la empalmaron con “Burden” del CD ‘Watershed’ de 2008, con más teclados y guitarras molonas.
La pesadilla para los más "progs" llegaba en forma de gutural en “The Moor” y hacía las delicias de los que echan de menos el primer material del combo sueco. Guitarras poderosas y contó con el apoyo de Fredrik Åkesson en las voces. Pero retoman el pulso prog con “The Devil's Orchard”, menudo despliegue técnico, mirases para donde mirases. Excelencia musical y sobriedad casi absoluta en cuanto a gestos, ya que todo el protagonismo lo ceden al maestro Åkerfeldt. Por cierto al joven batería Waltteri Väyrynen se le vio muy integrado, muy suelto, como si llevase toda la vida con Opeth. Un buen fichaje.
Advertía que el final estaba cerca y despacharon una de las nuevas "Allting Tar Slut", de su más reciente obra, ‘In Cauda Venenum’. Nuevamente apoyado en los inmensos coros por Åkesson. Tras los aplausos se marcharon del escenario, pero no tardaron en volver para el encore final con un par de bises de enjundia: “Sorceress”, que fue muy celebrada. Para cerrar por todo lo alto, explayándose con la rotunda, “Deliverance” y sus casi 14 minutos.
En total 2 horas y 45 minutos para sintetizar 30 años de carrera y 13 álbumes, muy diversos, para algunos evolución, para otros un cambio demasiado drástico que asimilar. Hubo de todo, gente maravillada, gente aburrida, para algunos los guturales eran como zarpazos de oso en su delicado corazón prog, Para los que les conocieron en sus inicios y echan de menos esos momentos, los pasajes más extensos fueron todo un suplicio. Publico de ambas preferencias musicales se dieron cita para celebrar junto a Mikael Åkerfeldt los ya 32 años de carrera de su gran banda Opeth y ambas salieron complacidas. Agradecimientos a la promotora Madness Live por cumplir a rajatabla los horarios anunciados.