Treinta y cinco años después de publicarse en todo el mundo conocido, el mítico Born Too Late sería finalmente presentado sobre las tablas de un escenario bilbaino. Sus creadores, los insignes Saint Vitus, lo defenderían de la misma forma que lo habrían hecho si hubiese aparecido anteayer, con la misma vehemencia y credibilidad que uno acostumbra a toparse cuando afronta bandas imberbes. Sin que el peso de los años, hubiese podido mellar la autenticidad que aquellos legendarios surcos desprendían.
Antes de que la lección de historia nos llevase hasta el lejano 1986, Orange Goblin dispondrían de una hora larga para caldear de manera suficiente el Antzoki bilbaino. Lo harían como es costumbre en ellos, redundando sobre su lado más rocoso, y obviando su faceta más etérea. Brad volvería a ser el gigantesco referente visual sobre el que pivotarían el resto de los componentes, encontrándose la puesta en escena absolutamente supeditada por su imponente presencia.
De manera sencilla volverían a plantarse por tanto, de similar forma a como se manejaron en el pasado Kristonfest del 2013. Su sonido no sería tan farragoso como en aquella ocasión, en cualquier caso, aunque su espíritu volvería a comulgar con la vertiente más cazallera del Stoner, esa que últimamente andan popularizando los Red Fang, con cada paso que marcan.
Inyectarían adrenalina cervecera de esta manera, recortando la silueta de Motorhead sobre el Antzoki, al tiempo que arrancaban alguna que otra tímida ovación. Sus minutos acabarían sonando un pelín lineales finalmente, consiguiendo despuntar en alguno de los momentos estelares, pero sin ser capaces de mantener la intensidad a lo largo de todo el minutaje.
El día que les tocaba tampoco era el más propicio como para montar timbas, a pesar de que arrancasen pinchando hueso con "Scorpionica" y sacando a paseo "Quincy The Pigboy", en los momentos finales. Aquello seguiría pareciendo un miércoles cualquiera, una vez se hubieron bajado del escenario.
Antes tendrían tiempo para presentar unas cuantas novedades de su último redondo, sobresaliendo sin problema el "In The Arms Of Morpheus, y reservándose un lucido hueco para rescatar el "Saruman´s Wish" de su lejano Frecuencies from Planet Ten. No sería un mal comienzo, pero tampoco llegarían a justificar del todo, el habernos sacado de casa.
Para esa labor estarían esperándonos pacientemente los Saint Vitus de Wino y Dave Chandler, apostados sobre sus parcelas correspondientes, plenamente preparados para lo que allí se jugaban. Comenzarían impertérritos, sin despeinarse más de lo necesario mientras soltaban sobre el Antzoki, su primera andanada de Proto-Doom recalcitrante. Luciría de esta manera “Living Backwards”, tan añeja como todos las recordábamos, retumbando entre las paredes de manera triunfal.
Ahí daría comienzo el viaje iniciático que teníamos concertado. Un polvoriento paseo por los momentos fundacionales del estilo, a cargo de uno de los grupos que ayudaron a crearlo. Recordarían antes de ponernos tiernos, alguno de los temas que conformaban su último opus, haciendo que “Let Them Fall” y “Blessed Night”, recibiesen la cuota de atención que se merecían. Sonarían imperiales y ya nos dejarían claro la espectacular base rítmica que tenían montada, llamándonos la atención la prominente pegada que se gastaba Henry Vasquez. Un auténtico animal tras los parches, resultaría ser el colega.
Tras otro par de paseos por el resto de la discografía del conjunto, los Saint Vitus llegarían hasta el punto sin retorno, en el que tocaba ponerse a repasar uno de los pilares fundamentales del Doom. Uno de los trabajos más influyentes de los ochenta, tomaba cuerpo ante nuestras narices, tan mohoso y desgastado como un viejo sótano sin ventilar, con las mismas telarañas que lo adornaban en los vetustos cassetes, que pinchábamos cuando éramos críos.
Lo mentarían de manera inversa, comenzando por el final y zanjando con el homónimo “Born Too Late” que abría el disco original. La sucesión sería inapelable y mantenida, sin que nada enturbiase el guion establecido, con Wino cantando de manera magnética y siniestra, mostrándonos el verdadero lado oscuro, sobre el que el Metal un día fue fraguado. Obviamente nos retrotraerían hasta los fundadores. Hasta los mismísimos Black Sabbath de cuerpo presente, tendríamos que ir a buscar influencias y parecidos. La esencia misma de la oscuridad, parecía estar materializándose en el Antzoki bilbaíno, aquel miércoles de Octubre.
Dave Chandler tomaría las riendas escénicas de manera casi absoluta en este punto, desgarrando su afilada guitarra, con más alma que técnica, mostrándose indómito y peligroso a pesar de su edad, viviendo cada palabra de un disco, que el mismo compuso en su mayor parte. Daría el contrapunto perfecto a la monolítica figura de Wino, quien ya tendría bastante con clavar su acostumbrada estampa de mesías maldito.
De esta manera tan infalible, remacharían con acierto los seis clavos que invocaban los que nacieron tarde, aquellos, claro está, que pretendieron vivir los finales de los sesenta, montados en la oscura nube que sobrevino al universo hippy. Terminarían con el “Born Too Late” por tanto, con toda la sala volcada y entregada lo suficiente, como para que la banda volviese a salir e interpretase el tema que les da nombre, el mismo que fue inspirado por el corte del Volumen Cuatro, con Wino restando épica, pero agregando carisma en el proceso.
Así llegaría el colofón mantenido. Las formas pétreas se diluirían un poco llegados hasta aquí y el cantante terminaría cantando varias líneas entre las primeras y entusiastas filas. La fiesta Doom llegaría a su fin sin que hubiese hecho falta saltarse una sola coma, sin que el desencajado gesto de Wino hubiese dejado de intimidarnos, ni los tiempos hubiesen tenido que acelerarse lo más mínimo. Tan solo una gloriosa ceremonia de miércoles, funeraria, contenida y calculada en el tiempo.