Viernes 10 de Octubre
Kafe Antzokia, Bilbao
Ante el apabullante concierto que ofrecieron los Y&T el pasado viernes diez de Octubre, uno siente la necesidad de analizar ciertas cuestiones que surgen a posteriori. Articular en palabras lo presenciado durante más de dos horas de puro Rock and Roll californiano, en medio de un Antzoki entregado. Tratar de comprender en definitiva, como es posible que un conjunto capaz de dar directos de semejante enjundia, continúe luciendo su nombre por clubs de media entrada, sin optar a las grandes ligas en las que otros llevan décadas campando.
Sin responder a estas cuestiones, y pasando de largo sobre la narración del evento, tenemos que ser capaces de analizar el motivo por el que el mundo parece haber sido injusto con los de Meniketti. Habiendo parido plásticos elementales como Earthshaker o Black Tiger , al tiempo que eran ensalzados como una de las bandas fundacionales por el roquerio angelino de principios de los ochenta, resulta complicado asegurar que fue lo que les acabo privando del pedazo del pastel oportuno.
En mi modesta opinión, poseen la misma belleza que las fotos desgastadas que te encuentras en cajones olvidados. El encanto de otros tiempos, grabado en todos y cada uno de los surcos de sus canciones. Una imagen, actitud y entrega, que te retrotraen hasta las mismas fechas en las que sus melodías fueron creadas. Como si te hubiesen metido en el Delorean de Regreso al Futuro, sin haberte tenido que quitar la cazadora roja de Michael J Fox por el camino. Así veo yo a los Yesterday and Today de Meniketti.
Haciendo honor por tanto a la primera parte de su nombre-la del ayer-es como los creadores del Mean Streak continúan afrontando sus descargas. Ofreciendo una entrega y minutaje, que no son propios de hoy en día, como si aún tuviesen que hacerse un nombre a base de directo arrollador. Como si cada noche que se suben a las tablas, fuese a ser la última que les vayan a permitir oficiar.
Viéndolo así, es lógico que esa máxima de que al público se le ofrezca lo justo para que no termine silbando, al señor Meniketti nunca le haya terminado por convencer. Por esto se reafirma en la idea de tocar cada noche más de dos horas de media, variando el repertorio todo lo que puede y sin utilizar subterfugios con los que pillar aire y salvar la papeleta. No se vale más que de su experiencia contrastada y sus mañas de artesano resabiado, para hacerse gigante sobre el escenario.
Por desgracia, y volviendo hasta a la pregunta que lanzábamos al inicio de este texto, los Y&T jamás han conseguido mantenerse en la primera división con la que un día coquetearon. Su añejo estilo de hacer las cosas, parece destinado a la nostalgia pasajera, la misma que despiertan los díscolos diseños que pueblan sus camisetas. Sus apabullantes maneras sobre las tablas, parecen no ser suficientes como que la historia haga justicia con estos californianos y eso es algo que tampoco parece que vaya a cambiar en pleno 2014.
Terminando por donde se suponía que tenia que empezar, comentare que la actuación del Antzoki del diez de Octubre, no fue ninguna excepción a los anteriores conciertos que hemos podido presenciar a la banda, con todos los ingredientes que he ido mencionando de pasada, y gozando de un sonido y luces difícilmente superables. Tan abrumadoramente buenos, que sería demasiado aburrido el hecho de ponerse a resumirlo.
Sin la contagiosa entrega de Brad Lang, tocando las cuatro cuerdas frente a nosotros, o la desgarradora técnica que sigue regalándonos Meniketti con el par de guitarras que saca de paseo, nada podría ser igual. Es necesario emocionarse con el tramo final de "I Believe In You", cantar en comunión las líneas de "Midnight in Tokyo" o dejarse llevar por la historia, mientras todo termina al son de "Forever". Es necesario estar viéndolo para poder creerlo.
De esta manera dejaríamos atrás un inicio marcado por el medio tiempo "Rescue Me". recuerdos a los discos más melódicos que Y&T grabara a finales de los ochenta y éxitos mundiales del tamaño de "Mean Streak", "Summertime Girls" u "Open Fire", esta última hábilmente empleada para abrir los bises. En medio de un setlist amplísimo encontraríamos cortes que no sabíamos de donde habían salido y que imaginábamos que venían a cuento para celebrar dignamente los cuarenta años de la banda.
A lo largo de dos horas y cuarto, por tanto, tuvimos tiempo para volver a encarar a una de las bandas clásicas por definición, en una maravillosa sala de media entrada, dando una nueva lección a las nuevas generaciones, sobre lo que supone amar y dignificar tu trabajo. Generando dudas en nuestras cabezas acerca de porque nunca han llegado a ser más grandes, mientras nos despedían los aplausos enfervorizados de un público absolutamente agradecido. Parecía que la vieja foto había vuelto a emocionarnos una vez más.