Si la música de Metallica ha logrado unir a gente tan dispar a lo largo de este tiempo ha sido, sin lugar a dudas y entre otras razones, gracias a la labor de artistas como Apocalyptica que desde su formación académica han sabido transmitir el legado de los cuatro jinetes del thrash metal a todo tipo de espectadores. Algo que vimos reflejado el pasado domingo en un Kursaal prácticamente lleno, lo que se traduce en unas 1.800 entradas vendidas.
Unas 1.800 localidades ocupadas por un público de lo más variopinto que comprendía desde las edades más tempranas a los melómanos más veteranos, pasando por un porcentaje equitativo de género y estéticas de todo tipo. Todos congregados para volver a disfrutar de los himnos del grupo de Sacramento interpretados, esta vez en un auditorio a la altura, por los cuatro violonchelistas finlandeses a los que también les acompañaría su batería en una segunda parte del show.
Comenzarían sentados sobre unos austeros cubos a modo de taburetes, tocando “Enter Sandman” bajo unas tenues luces; continuarían con “Master of Puppets” para no dejar lugar a dudas de que que tocarían “Plays Metallica by Four Cellos” en el mismo orden en que lo sacaran a la luz hace más de 20 años, para remover los cimientos y prejuicios de la música académica y contemporánea.
“Harvester of Sorrow” sería la siguiente en sonar antes de entrar en un ambiente más sosegado con “The Unforgiven”. Tras la cual el rubio líder de la banda, Eicca Toppinen, recordaría al público lo inesperado que fue el éxito de este disco de versiones de Metallica, éxito que, según él, “fue gracias a vosotros” la audiencia. Tras estas breves palabras se despojaron de sus chaquetones para volver a sentarse a tocar “Sad But True”, en la que el que ganaría protagonismo por su solo sería Perttu Kivilaakso en pie pisoteando su wha wha sin compasión.
Ante la amenaza de tocar el último corte de la noche, el gentío comenzó a chillar hasta que arrancaron nuevamente con “Seek and Destroy”, frente a un público en pie coreando cada verso y los componentes de la banda bromeando entre ellos, tocando boca abajo e incluso atreviéndose recordar la broma de AC/DC, metiendo parte del “Thunderstruck” sin ningún reparo antes de concluir el tema.
Con un público entregado, negándose a tomar asiento, se arrancaría a celebrar la noche con un “oe, oe, oe” al únisono del wha wha de Perttu y, al abandonar por unos instantes la escena, volverían tras el “beste bat” de rigor.
El cuarteto de violonchelistas tomaría asiento para tocar “Nothing Else Matters”, calmando a la audiencia que no tardaría en volverse a levantar pidiendo más, tras concluir la canción a la que el batería incorporaría unas percusiones electrónicas, dotándola de tintes propios. Y, finalmente, se despedirían del público congregado en el Kursaal donostiarra agradeciendo haber pasado tan buen rato y lanzando un mensaje fraternal de amor, “Amad a los demás, amaos los unos a los otros y a vosotros mismos”. Concluirían con “One” entrando una apabullante batería al final del tema, que finalizaría con un dilatado aplauso final y la promesa, por parte de la banda, de tenerlos muy pronto por aquí.
De esta manera finalizaría un concierto en el que el público se entregó, manteniendo silencio en los momentos precisos y sin dudar a cantar las partes que la banda pedía. Un público que salió satisfecho ante una banda que estuvo arropada con unas luces y una puesta en escena muy acorde, así como un sonido que acrecentó su calidad debido a la acústica del Kursaal.